Una rosa azul entre doce rosas rojas

Un pueblo que olvida su pasado
está condenado a repetirlo






Prólogo
Quiero hacer un humilde homenaje a trece almas inocentes que cometieron, unas el delito de ser miembros de las Juventudes Comunistas y de las Juventudes Socialistas y otra, el delito de enamorarse de un pianista militante del Partido Comunista.
Quiero hacerlo en forma de carta de despedida de una de las heroínas cruelmente ejecutadas. Intentando imaginar desde una perspectiva, ya lejana, esos últimos momentos de la vida de una de las Trece Rosas, que por el dantesco contrasentido en que fue condenada me llegó a impactar más aún, si cabe.


Posteriormente a un primer escrito, recopilé más información y pude comprobar la existencia de dos cartas. Una era de Julia Conesa Conesa y otra de la protagonista de este relato Blanca Visac Vázquez, las cuales adjunto a continuación.


Carta de Julia Conesa Conesa a su madre y hermanos
"Madre, hermanos, con todo el cariño y entusiasmo os pido que no me lloréis nadie. Salgo sin llorar. Me matan inocente, pero muero como debe morir una inocente. Madre, madrecita, me voy a reunir con mi hermana y papá al otro mundo, pero ten presente que muero por persona honrada. Adiós, madre querida, adiós para siempre. Tu hija, que ya jamás te podrá besar ni abrazar. Que mi nombre no se borre de la historia".
Con el permiso de Julia a continuación expongo por ella, unos versos aportando mi grano de arena, para que se cumpla su última voluntad y no se pierda su memoria de la historia.




Cuando la parca me cese
ni misas ni ofrendas quiero
de algún amigo prefiero
a mi recuerdo aludiese,
no hagáis plañir de llorona
ni lisonjas que engalanen
ésta mi humilde persona
con frases donde me ufanen
puestas en verde corona
cuando las almas me ganen.

El día que yo me vaya
quedará aquí mi bagaje
ligero y sin equipaje
libre dejo la atalaya,
en un único legado
sentimientos quedarán
si recuerdos se han dejado
eternos pervivirán
mientras no quede olvidado
en la memoria estarán.

Pasando del malestar
no dar palabras tristonas
que marchiten las coronas
en viaje a ningún lugar
pudriéndose mis temores
fría tumba han de dejar,
salid aromas de flores
libres volar al azar
mandarán al mundo olores
con sabor a verbo amar.

Pudiera que algún poeta
su cálamo haga mensaje
no sabré si el homenaje
hará mi estima más alta,
leviten al universo
y al cielo las alabanzas
que cubra cual yelmo el verso
de utopías y esperanzas
con el ser humano inmerso
en tantas desesperanzas.

Éste egocéntrico mundo
falto de mucha esperanza
dejaré con la confianza
de que no todo es inmundo,
no quiero ver homenajes
cuando con trance me aparte,
las estrellas en sus viajes
reciten al orbe su arte
rapsodias en los mensajes
de aquéllas que han de velarte.​

Carta de Blanca Visac Vázquez a su hijo
Voy a morir con la cabeza alta (.) 

Solo te pido que quieras a todos y que no guardes nunca rencor a los que dieron muerte a tus padres, eso nunca. Las personas buenas no guardan rencor (.) 
Hijo, hijo, hasta la eternidad (.)" 



Entrada
Basado en hechos reales, el relato está realizado desde el más escrupuloso de los respetos. Dedicado a unos personajes que permanecerán en la historia, para unos como algo en donde fijarnos, de forma que no se vuelvan a cometer los mismos errores, para otros como una mancha en sus conciencias, que por mucho que la quieran borrar argumentando las atrocidades que se comenten en las guerras, no conseguirán eliminar, por mucho que ahora se pongan la máscara de demócratas; La muerte provocada no tiene ningún tipo de justificación, pero no es lo mismo matar por enajenación, en arrebato seguido de arrepentimiento o en el fragor de una batalla, a la venganza y la masacre sistematizada del vencido.
Una vez concluida una guerra cualquier salvaje represión ejercida sobre el bando perdedor, tiene carácter de crímenes contra la humanidad. Aunque la justicia sea ciega y lenta. La memoria, el tiempo y la historia, por mucho que esta sea de los vencedores, pondrá a cada cual en su sitio.

 ​

Epílogo
Madrid 5 de Agosto de 1939
Mi bien amado y querido hijo del alma, el motivo de esta carta es para despedirme de ti.
La sinrazón y la locura han querido que con todo el dolor de mi corazón tenga hoy que decirte adiós, con la esperanza y la seguridad de que esta despedida, no será para siempre y que, algún día, espero que lejano, nos volvamos a encontrar en la eternidad.

¡Hay tantas cosas que te quisiera decir, pedir y aconsejar!, que no sabría por cual empezar; Comenzaré diciéndote que no guardes rencor y que perdones a mis verdugos.

Acogiéndome a las santas palabras de Jesucristo, digo sin ningún resentimiento que no saben lo que hacen. Yo les he perdonado y rezaré esta madrugada en capilla por ellos, por la salvación de sus almas y por que la vida les depare un porvenir, el cual a mí me niegan.

Quiero que te quedes con la certeza, la seguridad y el orgullo de que tu madre nunca hizo el mínimo daño a nadie y cuando escuches o leas todos los infundios, que se dirán con respecto al desgraciado incidente de Talavera de la Reina, por el cual me condenan, acuérdate de estas sinceras palabras que te dejo a las puertas de la casa del Redentor, el único que finalmente nos acogerá y juzgará con total ecuanimidad y clemencia.

Y ya sin tiempo para poder expresar todo lo que contiene mi corazón, sólo quiero que sepas, que en la tapia del cementerio donde seré ejecutada, quedarán doce rosas rojas como los ideales de mis compañeras y otra azul con los ideales por los que aposté en conciencia y los que contradictoriamente me llevan a la muerte.

Sin otro particular y rogando a Dios para que te dé una larga vida, saludable en paz y bienestar. Se despide de ti, tu madre, quien dará el último suspiro pensando en ti.



Del efímero pasado​

¿Piensas que pasó el dolor?
La historia en calma mostraba
y el pretérito ocultaba
la guerra y el deshonor.
Dejando la sinrazón
enquistada en su agonía
injusticia y desazón
ganando la cobardía
el dolor y cerrazón
el vencido maldecía.

Sin dar reconciliación
los que piensan que ganaron
después de guerra dejaron
muerte con desolación.
Brava sangre derramada
la piel de toro pintó
quedó en la mitad centrada
mancha, antaño oro portó
amarilla supurada
color podrido brotó.

Es del mundo ciudadano
sin renegar la razón
orgulloso el corazón
de este país tan mundano.
Quien pasado no asumió
error podrá cometer
igual que antaño eximió
no quisieron ni saber
con su silencio asintió
diferencias que exponer.

Quien tiene mucha altivez
mucho le puede sobrar
a su ombligo ha de mirar
nunca se vera su nuez.
Sin querer que la paciencia
sanase la contusión
lamiendo con insistencia
vieja maltrecha aflicción,
no remuerde su conciencia
no conmueve a la razón.

Aunque seamos capaces
de nuestros errores ver
¿Olvidarán ese haber
sin vaguedades voraces?
Los que nunca asumirán
esas culpas ya pasadas
sinsabores purgarán
a las almas ultrajadas
sin querer se olvidarán.
Son silentes sus moradas.



Antonio Nieto Bruna
Copyright ©
28-11-2009

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