Cobardes y sumisos se codean
con lobos que protegen las manadas
alzando sin escrúpulos miradas
vacías entre envidias que corean.
Se callan cuando a otros pisotean
y esconden sus miserias más frustradas,
con loas a esos dioses y a las hadas
que harán, aunque en el fondo no desean.
Se visten con sus orlas petulantes
y calzan los zapatos de charol
que lucen entre estiércol, muy brillantes.
Y por ello, aunque lleguen hasta el sol
serán sus notas algo discordantes,
pues fallan si carecen de bemol.