con la luna blanca y negra
tengo a los astro conmigo
y a mí salud en prevenga.
Así, miro las manijas
del reloj como se llenan
de las horas y minutos
hasta llegar la luz plena,
mientras, espero sentado
y pregunto a mi conciencia
si sabe si nuestro mundo
tiene la esperanza ciega,
esa que muchos humanos
perdieron en tantas guerras,
aquellas que si se inician
se saben cuando se empiezan
pero no cuando se acaban
pues rescoldos siempre quedan,
para encender esos odios
que arden por toda la Tierra.
Entretanto, voy contando
pasos de las enfermeras
avanzando con sus lanzas
y escudos de unas quimeras
que luchan por la salud
de las personas enfermas,
sin pedir esos aplausos
que una vez los recibieran
y que al cabo de los años
ya casi nadie se acuerda.
Por ello los sanitarios
tienen mis gracias eternas
pues siguen con gran esmero
su inagotable tarea
de mirar por la salud
de los que un día aplaudieran
aunque hoy tengamos las manos
metidas en faltriqueras
que guardan nuestros pesares
y algunas cuantiosas cuentas.
Los días inagotables
vestidos de primavera
pude ver que en este Henares
no están unas simples piedras
puestas por aquellas manos
que dio su alma a las empresas.
Llenas están sus paredes
de flores y de colmenas
que dignamente laboran
con néctar de la experiencia.
No dejemos olvidadas
a esas abejas obreras,
cuidémoslas con cariño
para que hagan sus tareas,
esas que solo las vemos
si nuestro bienestar velan
y que no reconocemos
como así se merecieran,
por ello quiero acordarme
de todos y todas ellas.
Con mi agradecimiento a los trabajadores del Hospital Universitario del Henares y en particular a los profesionales de la Planta de Neumología.