Este
romance nos cuenta
una
historia muy indigna
de
indeseables manadas
que
comen de sus mentiras.
Al
acecho los caninos
aguardando
en sus guaridas
están
con la lengua fuera
por
la boca echan saliva.
Con
calma esperan sus presas,
a que pasen la agonía
dejaran
surquen la senda
atacando
a la salida.
Esos
que están merodeando
por el camino echan chinas,
para hacer que se tropiecen
y así joderles la vida.
Malditos
depredadores
encantadores
de ardillas,
aquellas
que iban saltando
por
pinos, robles y encinas.
Sin
pisar la tierra firme
van entre esquina y esquina
recolectando
el producto
mientras
los lobos intrigan,
con
la red de la ignorancia
con
miedo y con la mentira,
pues
saben que la memoria
es
una causa perdida.
Usando
el paso del tiempo
borran
leyendas sombrías
diciendo
que esas historias
simplemente
son mentiras.
Por
ello duermen felices
mientras
transcurren los días
esperando
que amanezca
para ganar la partida.
¡Qué
pena me da esta tierra!
¡Qué
pena me da su herida!
¡Qué
rabia me dan los lobos
que
muerden con saña e ira!