Prólogo
Iván era un niño muy callado, a sus seis años no juntaba dos palabras en una frase, su dulzura y simpatía eran tan contradictorias a su introspección que no dejaba ver a los demás su interior de contenido silente y oscuro meditar.
Tenía todo lo necesario que un niño de su edad precisa para sentirse feliz y no pensar en otras cosas que en disfrutar de su familia y de las bondades de la vida.
Todas las tardes salía a caminar por el paseo marítimo, unos días con sus padres, otros con sus abuelos y siempre terminaban junto a un gran cartel donde se anunciaba el acuario de la ciudad y en el cual aparecía la fotografía de un delfín, Iván se quedaba ensimismado delante de dicho cartel sin quitar la mirada a la figura del mamífero marino, hasta que la insistencia de sus progenitores le hacía salir de su aparentemente estado de ensoñación, emprendiendo regreso a casa donde le esperaba un gratificante baño y una suave y apetitosa cena, tras la cual y después de haberla reposado con algún que otro juego para el desarrollo cognitivo de Iván, se dirigía de la mano de la madre a su dormitorio donde después de escuchar una canción a modo de nana que salía de los labios de su progenitora, se quedaba profundamente dormido.
Ella permanecía durante un tiempo velando su sueño y mientras le miraba con un inmenso y profundo amor, de sus pensamientos, salían reflexiones y profundos sentimientos…
En tu interior rotundo
de baldía soledad
se sumerge la bondad
en el ánfora del mundo
y en su silencio profundo
suspira la poesía,
al crecer esa armonía
que en la vida se posó
todo aquello que otorgó
el néctar de cada día.
En tu mente las mundanas
ideas y sinrazones
piden paso a borbotones
entornando tus ventanas
al paso de las mañanas
y al mundo de los colores,
cerrando con sus temores
y miedo a la incomprensión
al tener otra visión
del mundo y sus moradores.
Si llegases a soñar
de este mundo su evidencia
toda la mala conciencia
al tenerse que observar
la podrías disipar
regalando tus amores,
esos enriquecedores
guiños de inocua bondad
a la honrosa humanidad
de otros muchos moradores.
Como esto no lo he de ver,
de tus mundos picassianos
para mis días ancianos
me conformo con saber,
que en tu vida y proceder
y en tu profundo interior
ves todo de otro color
sin estrés y con paciencia,
mientras tu bella inocencia
se refugia en el amor.
Capítulo I
Dos minutos antes de que su padre llegase de trabajar, como todas las tardes por no se sabe qué razón y como si tuviese un reloj biológico con alarma programada, estaba preparado en el recibidor junto a la puerta, pero esta vez se le notaba inquieto. Al ver a su padre entrar con una sonrisa de lado a lado de la cara, se le acercó como esperando una noticia que intuía.
-Venga, preparados, que nos vamos de paseo. - Les dijo, y sacando con mucho sigilo unas entradas del bolsillo se las enseñó a la madre sin que Iván se diese cuenta.
Al invitarle a subir al vehículo, el padre le advirtió que harían esta vez un paseo por otra zona de la ciudad donde había más carteles del delfín Serafín pintados de diferentes formas que el cartel que él conocía, para lo que necesitaban llegar en coche por estar dicho lugar algo más retirado que el paseo marítimo que estaba situado próximo a su casa.
Llegando al acuario de la ciudad, comenzaba a aparecer en continuos carteles anunciadores la imagen del delfín que todas las tardes encontraba Iván al final del paseo marítimo, junto a otras de diferentes formas y colores, como le había dicho el padre, lo que le provocó un estado de nerviosismo y con movimientos estereotipados, al llegar al secreto destino salió del vehículo ya con el presentimiento de que le esperaba una jornada para recordar.
Con cara de sorpresa, ya dentro del acuario separado de la ensenada por unas gruesas y amplias cristaleras que daban la sensación de continuidad con el fondo del mar, Iván de la mano del padre y seguidos por la madre, llegaron a las localidades que tenían asignadas en primera fila y se dispusieron a contemplar el espectáculo y con un refresco y unas palomitas, se dispuso ha esperaba Iván en su asiento mirando al centro del estanque, como sabiendo que de él saldría de improviso una sorpresa.
Desde su megáfono, el entrenador se aprestaba a presentar a sus mascotas:
-¡Niños, niñas, abuelos, abuelas, padres, madres, señoras y señores!
-¡Tengo el honor, de presentarles a los mayores artistas que allende los mares vienen a mostrarles todas sus habilidades, destrezas y simpatía!
-¡Con ustedes, Serafín el delfín saltarín!-
Al alzar el monitor sus manos al cielo, salió del fondo de la piscina como un misil un delfín y se elevó por encima del agua como cinco o seis metros y volvió a sumergirse, provocando una sonora admiración junto a unos efusivos aplausos.
En el instante que se disponía a presentar a otro de los delfines se oyó un estruendo y en ese mismo instante se empezó a mover el suelo bajo los pies de los que allí estaban. El estruendo salía de la parte posterior a donde estaba el espectáculo, al moverse la estructura metálica que sostenía la cúpula, ello hizo que todos giraran el rostro hacia atrás, esos segundos de desconcierto fueron suficientes para no percatarse que Iván se dirigió hacia el delfín, que le miraba desde la orilla de la piscina.
La gente, de forma despavorida comenzó a correr hacia las salidas de emergencia. En ese momento en el que se veían obligados a seguir la marea humana que les empujaban, se dieron cuenta que Iván no estaba con ellos y con esfuerzo por luchar contra corriente consiguieron salir de aquella inercia de histeria y miedo, gracias a la ayuda del entrenador de delfines al darse cuenta de la angustia de aquella madre, les arrinconó en su círculo de trabajo mientras aguardaban que se produjera el desalojo; aunque se les hizo eterno fue rápido y relativamente ordenado, después de buscar al niño por todo el anfiteatro y viendo que no se encontraba allí, el empleado y entrenador del acuático les sugirió salir y buscar en la amplia explanada exterior, diciéndoles -Seguro que alguien le habrá sacado-, aunque la madre se negaba, pues sabía que su hijo difícilmente se iría con alguien al que no conociese.
En ese momento y oyendo el resquebrajar de la cúpula del acuario, entre los dos hombres que allí quedaban agarraron a la desconsolada madre de ambos brazos y corrieron hacia la salida más próxima. Justo en el mismo momento de subir los amplios escalones hasta el nivel superior, reventó la cristalera, absorbiendo el mar la totalidad del circo acuático en un visto y no visto.
Durante horas, en todas las emisoras de radio no se oía otra cosa que la noticia sobre el terremoto que había ocurrido a lo largo de la costa, de 7,8 en la escala de Richter en el epicentro del mismo, mientras, las autoridades y los servicios de emergencias y urgencias ante catástrofes no daban abasto a socorrer a los afectados e intentaban normalizar en lo posible aquel caos producido en la ciudad, y donde las casas más modestas y algunas estrafalarias y modernistas construcciones como el acuario, fueron las que sufrieron la fuerza del seísmo.
Los padres de Iván llevaban horas recorriendo todos los hospitales, comisarías y centros de acogida de afectados buscándole, pues se negaban a asumir la nota oficial de la policía en la que decía que la ruptura de la esfera de cristal del acuario le arrastró hacia mar adentro, dándole provisionalmente por desaparecido. Fue un duro golpe y aunque se negaban a asumir la pérdida de su hijo, el enorme esfuerzo y las evidencias terminaron por derrotar y sumir en el cansancio y la desolación a los padres, que al comienzo de aquella tarde no imaginaban ni por lo más remoto que un momento tan feliz para Iván, les traería a ellos los momentos más amargos y angustiosos de sus vidas…
Capítulo II
Mientras los padres de Iván se afanaban por
escudriñar hasta el último hueco de la enorme plaza de los hospitales y de los
centros de acogida de afectados, Iván custodiado por los delfines y agarrado a
la aleta dorsal de Serafín, habían salido a alta mar por una enorme grieta que
se abrió en el fondo del estanque. Nunca podría haber imaginado que el destino
le tendría reservado el convertir en realidad aquellos sueños que todas las
tardes le imbuía y le dejaba en ese estado de absoluto alejamiento de todo y de
todos, más de lo que ya de por sí le alejaba su especial cualidad.
En el mismo instante del seísmo, Iván cayó a la piscina sin que nadie se
percatara de ello, gracias a Serafín que estaba cerca y a las dotes natatorias de Iván, consiguió
mantenerse a flote y sujeto al delfín consiguió salir indemne de aquel caos.
Algo que en ese justo momento era un trágico acontecimiento para
algunas personas a quienes dio de lleno el terremoto, para él se convertiría en
la mayor aventura que nunca hubiese soñado.
Ya en alta mar los recién
liberados mamíferos, tanto cetáceos como el humano, siguiendo al que pareció
tomar el mando del grupo, Serafín, el cual parecía tener un rumbo fijo, se
encaminaban hacia su destino con Iván asido a su fusiforme cuerpo y como si el
mar fuese su hábitat, iba alternando el viaje entre los demás delfines.
Después de cuatro horas de travesía llegaron a un archipiélago de pequeños
islotes que rodeaban a una isla central, algo más grande, la cual no tendría más
de cinco kilómetros cuadrados y curiosamente era la única que estaba cubierta
por una frondosa vegetación. Serafín con un sonido característico, pareció decirle a
Iván que por hoy había terminado la aventura; increíblemente, Iván pareció
entender las indicaciones de Serafín, pues se aferró fuertemente a la aleta
dorsal del delfín, como haciendo caso omiso a sus indicaciones, quien con un brusco movimiento hizo que se soltara y con suaves empujones
de su prominente boca le empujó hacia la costa para que se encaminase
los últimos metros nadando hacia la playa, después de varios silbidos más,
emitidos por Serafín, Iván se dirigió decidido hacia la isla.
Al llegar a la playa y con el rojo sol rozando el horizonte, Iván sin
adentrarse en la boscosa espesura de aquel paraje encontró una especie de cama hecha con hojas de
palmera, decididamente se echó en la mullida cama y arropando su cuerpo casi
desnudo con una palma, se quedó dormido.
A la mañana siguiente los rayos de sol despertaron al pequeño "Robinson", quien desperezándose y con un hambre de mil demonios, al levantarse vio que junto al rudimentario y natural camastro de hojas se encontraba una gran variedad de frutas, sin pensarlo dos veces se sentó junto a ellas y se dispuso a saciar su acuciante apetito, sin ni siquiera reparar si aquellos manjares pudieran estar o no a su entera disposición.
Mientras devoraba la fruta, unos curiosos, redondos y pequeños ojos escrutaban entre las ramas al inesperado vecino que se les había unido en aquella diminuta isla y que les estaba esquilmando el sabroso manjar que tenían recolectado. Viendo uno de aquellos pares de ojos que el inquilino estaba saciado de comer y saliendo de su camuflaje, un pequeño mono se dirigió tímidamente hacia la fruta y agarrando un dátil comenzó a comer delante de Iván, quien le ignoraba como si su presencia le fuera algo habitual. El resto de pequeños ojos, viendo que aquel desconocido primo que se les había arrimado parecía inofensivo, salieron de su escondite y se arrimaron todos a las provisiones que habían acumulado la tarde anterior, a comer, mientras miraban con curiosidad a aquel primate mayor que ellos y sin pelo en el cuerpo, algo que les provocaba una gran curiosidad, tímidamente alguno se acercaba a tocarle y después como si se tratara de un acto de valentía se retiraban dando saltos y chillidos.
Transcurrido el tiempo necesario para conocerse y tomar confianza, Iván se levantó y dirigiéndose a la playa se quedó mirando fijamente al horizonte, esperando ansioso la visita de su amigo Serafín.
Capítulo III
Pasado el tiempo y en la
más absoluta tristeza, a los diez días del trágico desastre natural, se celebró
una ceremonia en la catedral de la ciudad en memoria de todas las víctimas y de
los desaparecidos, a la que acudieron los padres de Iván como fervientes
creyentes que eran, para pedir por la felicidad de su hijo, estuviese donde
estuviese; allí se encontraron con el entrenador del acuario, quien
dirigiéndose hacia ellos en un primer momento nada más terminar la ceremonia y
dando la sensación de que era lo que esperaba para entablar contacto, se
presentó recordándoles quien era y después de una breve conversación, de repente les comunicó que tenía
información muy delicada sobre la desaparición de su hijo por lo que les invitó
a que se acercaran a su casa, pues la información que tenía era confidencial y
muy comprometedora, además de algo inverosímil, con el ruego de que no dijeran
nada a nadie de la conversación que acababan de tener hasta que les enseñara
las pruebas que tenía en su poder.
Dejándoles una tarjeta
con su dirección y sin darles oportunidad a digerir todo lo que acababan de
escuchar, les invitó a primera hora de la tarde a su casa, desapareciendo de
la escena igual que había llegado.
Ya por la tarde se encontraron a la hora establecida y sin más preámbulos,
antes de comenzar a hablar les dio un CD y les invitó a que pasaran a una sala de
trabajo donde tenía un equipo sofisticado de reproducción e invitándoles a sentarse
frente a una gran pantalla instalada en la pared, se dirigió a ellos diciéndoles:
-En este CD, está guardada la última actuación del acuario del día del
terremoto, son copias que hacía diariamente y donde estudiaba las actuaciones
para corregirlas o mejorarlas. Mi jefe la vio y me ordenó que destruyera la
grabación y todas las copias, pues las imágenes que se ven podrían ustedes
utilizarlas para pedir una indemnización al acuario, casualmente la póliza de
seguro de responsabilidad civil hacía unos días había expirado y estaban en
negociaciones para renovarla, con lo cual la única víctima en teoría que había
causado el seísmo en el acuario estaba cubierta por el estado, al ser un desastre
natural.
-¿Y que me quiere decir con esto, que mi hijo está vivo?, o que murió por causas
ajenas al terremoto -Le exhortó la madre a responder -
-No quiero darles ningún tipo de esperanzas infundadas, pues mi intención no es agravar el
sufrimiento, pero sí que creo que deben saber todo lo que esté relacionado con
la desaparición de su hijo, y esta grabación pudiera albergar un atisbo de
esperanza, viendo las imágenes de los últimos momentos antes de perder a su
hijo y de los hechos posteriores.
Conectando el equipo de reproducción, se dispuso a enseñarles las imágenes, en
ellas se veían como en el momento del estruendo que provocó el movimiento de la
estructura en la parte posterior del acuario, se daba todo el mundo la vuelta
instintivamente para ver la causa que provocaba aquel atronador ruido, en ese
mismo momento se veía como Iván se dirigía a Serafín y con su pequeña mano le
ofrecía palomitas que sacaba de la bolsa que tenía en la otra mano,
el movimiento sísmico en ese momento hizo que resbalase y cayera al estanque,
por lo que cuando comenzó la desbandada por el consecuente pánico, Iván ya
había desaparecido de escena. La madre en ese momento y con un grito
desgarrador se levantó sin querer ver más.
-Si tiene fuerzas, le aconsejo que vea la siguiente secuencia, -le dice el monitor- no es tan cruel
y si no le diera las suficientes esperanzas, al menos podrá comprobar la felicidad
en el rostro de su hijo. Sentándose de nuevo y agarrada fuertemente a las manos
de su esposo, se dispuso a ver el resto del vídeo. Al caer Iván al estanque,
inmediatamente el delfín se sumergió y al cabo de un minuto y pocos segundos
apareció el delfín en la superficie e Iván agarrado a su aleta dorsal, dando
vueltas alrededor del acuario sin que nadie se percatara de ello y con una cara
de felicidad poco habitual en el rostro normalmente inexpresivo de Iván, en el
momento que las imágenes mostraban como salían ellos tres del recinto, se
observaba que el delfín se dirigía a toda velocidad con el muchacho agarrado a
su aleta, de frente hacia la cristalera que separaba el acuario del mar, y en
el mismo instante de la explosión de la cúpula se sumergían, en ese momento quedó
interrumpida la grabación.
-Hemos estado revisando toda la estructura que cerraba el acuario al mar y
encontramos una gran abertura, por donde seguro que el resto de delfines y su
hijo pasaron desde el acuario al mar, pues no se ha encontrado rastro de
ninguno de ellos en las ruinas, -Decía el entrenador de delfines- por lo que
tengo esperanzas de que aunque parezca inverosímil, su hijo esté cuidado por
Serafín y el resto, y más cuando usted me dice que el agua parece el medio
natural de Iván y que desde muy pequeño nunca temió al mar. No quiero crear
falsas esperanzas en ustedes, aunque viendo las imágenes donde se aprecia la
seguridad y confianza con la que su hijo entabló de inmediato ese vínculo con
Serafín, estoy por asegurar que el delfín difícilmente le abandonaría.
La madre, ya con un reflejo de esperanza en su rostro y con sus ojos, sin
dirigirle una sola palabra le rogaba a que le diese un plan de actuación
para comenzar una búsqueda, que a primera vista parecería algo complicada por
no decir imposible.
El adiestrador que llevaba días planteándose esta cuestión, siguió con su
argumentación:
-Debo decirles que aunque algo complicado, existe
una posibilidad de iniciar una búsqueda organizada y con un plan establecido.
Serafín fue un delfín que estuvo entrenado militarmente por la Marina para la
localización de minas, por lo que conserva insertado en su piel un chip
localizador, sería cuestión de hablar con sus antiguos dueños y que nos
cediesen los parámetros de frecuencia en la que transmite el chip.
-Me parece una excelente idea- Le decía el padre, de una forma entre
esperanzadora y preocupada- pero existe un grave problema y es que no tenemos
ni los medios ni el dinero para emprender tan costosa búsqueda.
-También he pensado en ello, antes de dirigirme a ustedes he sopesado todos los
pros y los contras para asegurarme de que no les daría falsas esperanzas,
aunque estas, debo reconocer que son remotas, creo también que es una idea
fundamentada y que con trabajo y una gran dosis de suerte, podría llegar a buen
puerto, nunca mejor dicho, además, como no pienso esperar a que me despidan de
mi trabajo por no haberme desecho de las pruebas que les implicaban, tomé la
decisión de trabajar con unos amigos oceanógrafos, a quienes les propuse usar esta búsqueda como un proyecto de una serie de documentales que vayan
narrando la búsqueda y peripecias de la travesía, por donde nos pueda llevar la
huella del delfín, si ustedes quieren, claro.
No les prometo nada, pero creo que es la única
forma de mantener las esperanzas, aunque lo cruel esté implícito también en
ello, pues la idea parece descabellada, es como buscar una aguja en un pajar.
Si así lo desean, les puedo poner en contacto con los patrocinadores y una vez
firmado el contrato nos pondríamos de inmediato a confeccionar los planes de la búsqueda de su hijo.
-A mí me parece una buena idea –Dijo la madre, emocionada y levantándose de la
silla se dirigió al entrenador- yo autorizo a lo que haga falta por muy remota
que sea la idea, aunque pongo una condición y es que pueda embarcar en el buque
oceanográfico.
-Esta cuestión la tendrá usted que negociar con ellos, pues yo no tengo
autoridad para concederle su petición, debo decirle que la travesía en un buque
oceanográfico no es igual que en un crucero.
-Me da igual, como si me tengo que embarcar en un cascarón de nuez, estoy
dispuesta a hacer lo que sea necesario, siempre que exista por muy remota que sea, la mínima esperanza
de poder encontrar a mi hijo.
Capítulo IV
Una mañana soleada de principios del verano, se
encontraron en el muelle de embarque todos los integrantes de la expedición y
uno a uno fueron subiendo al buque, dispuestos a emprender una travesía
diferente a las habituales aventuras que hasta ahora habían mantenido, en busca
de simas marinas, con raros batiscafos o por lejanos y exóticos mares siguiendo
a tortugas marinas, ballenas o tiburones.
El capitán, prestigioso estudioso del medio marino, recibió a la invitada. -Buenos
días señora, sea usted bienvenida, el sobrecargo le acompañará a su camarote. A
las 12 horas se celebra el almuerzo en el comedor de cubierta, no se retrase
que estos marineros tienen un apetito voraz -Le comentaba con una seductora
sonrisa- después tendrán un tiempo para adaptarse al barco y a las 16 horas
tendremos una reunión en el salón contiguo, donde presentaremos el orden de
trabajo a seguir y la misión y quehaceres diarios de cada uno de nosotros, así
que hasta más tarde. Que tenga usted una buena travesía.
Una vez puesto rumbo en busca
de una señal y siguiendo unas coordenadas basadas más en hipótesis que en
fundamentos de rigor, calcularon la partida usando las corrientes marinas y los
bancos de peces que marcaba el radar.
Después de una fraternal
comida, culminada con un brindis deseando el feliz término de la misión con el
rescate de Iván, pasaron a la sala de conferencias y reuniones, donde el
Capitán tomó la palabra para dar a grandes rasgos las pautas a seguir y
presentó a los especialistas encargados de diversas funciones, entre los que se
encontraban los encargados del sonar, radar y señales electromagnéticas de
emisiones controladas, que en el momento de tomar la palabra dieron la primera
buena noticia, pues notificaron que acababan de detectar una débil y lejana
señal con la frecuencia del delfín que llevaba el emisor de la Marina, eso al
menos les daba un rumbo fijo a seguir.
Capítulo V
Aquella soleada mañana, Iván con la mirada perdida
en el azul y despejado horizonte, vio reflejada unas finas estelas en la
calmada mar, en ese instante rompiendo las blancas líneas que cortaban las
suaves olas, observó como saltaban sus cetáceos amigos, parándose todos a una
distancia prudencial de la costa, uno de ellos se adelantó un poco más y
sacando medio cuerpo del agua, con un silbido característico pareció como si le
dijese a Iván, adelante, te estamos esperando y sin pensárselo dos veces el
muchacho se lanzó al agua nadando hasta donde se encontraba su protector y
peculiar amigo.
Nadaron durante horas, haciendo las pausas
necesarias, cuando Serafín con un instinto especial creía que Iván precisaba de
un descanso. El muchacho ya con la confianza que le daba su destreza con el
líquido elemento, se permitía saltar de delfín a delfín con una agilidad que en
su vida cotidiana y antes de su aventura,
nadie podría haber sospechado, pues era un chiquillo que se le conocía por sus
contadas palabras, su mirada perdida y sus gestos estereotipados, arropado con un exceso de celo
por sus padres, lo que hacía que su autonomía en lo social fuera escasa, por no
decir nula.
Después del paseo marino matinal y cuando Serafín creyó que ya era suficiente,
se aproximaron a la isla de donde a primera hora de la mañana le habían
recogido y ya sin ninguna resistencia por parte de Iván se soltó de Serafín y
nadó hasta la orilla, donde le esperaban sus amigos primates con un suculento
aprovisionamiento de frutas.
Iván parecía familiarizado con aquellos animales como si se conocieran de
siempre, lo que le ayudó a subsistir en aquella
deshabitada isla.
Todas las mañanas, lo primero que hacía Iván cuando despertaba era acercarse a
la orilla de la playa para mirar al horizonte, buscando esas familiares estelas
que dejaban en el agua sus oceánicos amigos, después de un tiempo oteando la
lejanía sin divisar el mínimo rastro de ellos, se dirigía tras los pequeños
primates al interior de la isla donde se encontraba un pequeño manantial y
junto a los primates bebía hasta calmar la sed.
Después de un tiempo de convivencia con sus primates vecinos, comenzó a
imitarles en sus formas para la localización de comida, por lo que tuvo que
ampliar sus habilidades aprendiendo a trepar a los árboles, al principio a
los más bajos, lo que le impedía encontrar los mejores frutos y poco a poco fue
haciéndose con la necesaria confianza como para trepar a los árboles más altos.
Los días transcurrían prácticamente idénticos unos a otros y la ausencia de
depredadores en la isla, hacía que pasasen entre la monotonía y la placidez. La
única preocupación de Iván, era todas las mañanas escudriñar en la lejanía del
mar, para buscar a su amigo Serafín, la verdad que no parecía tener otra
preocupación y la adaptación al lugar fue plena.
Capítulo VI
Después de varias semanas persiguiendo la señal del
delfín, viendo los rumbos que iban trazando, y del avistamiento de los delfines
en varias ocasiones sin ver ni rastro del niño, el Capitán expuso sus
conclusiones en la última reunión mantenida.
-Aunque sea descabellada la idea, siguiendo los mapas de navegación, las rutas
marinas de los delfines y trazando en ellos los rumbos establecidos por el
grupo, creo que están tratando de alejarnos del verdadero objetivo, pues cuando
nos acercamos a ellos se separan de los bancos de peces de los que se alimentan
dirigiéndose justo hacia las coordenadas opuesta al último avistamiento, como
si quisieran que no se trazara una ruta predeterminada donde poder buscar. Eso
me lleva a pensar en dos hipótesis:
La primera es que, al no poder mantener de continuo a Iván en el agua, deben
haber encontrado un lugar en tierra firme donde dejarlo durante la noche.
Y la segunda, por muy cruda que sea, cabe la posibilidad de que Iván se
ahogara.
Poniéndose en pie, la madre de Iván se dirigió al resto.
-Después de varias semanas dando palos de ciego persiguiendo a este grupo de
delfines, me niego a pensar que todo haya sido en vano, creo que deberíamos
buscar alguna estrategia para intentar averiguar el lugar donde pudieran
esconder a mi hijo, pues tengo la intuición de que Iván está vivo, me lo dice el
corazón.
El ayudante del Capitán que además de ser un excelente oceanógrafo presumía de
ser un buen cartógrafo, adelantó una idea que llevaba estudiando varios días, y
desplegando un plano en la mesa expuso su idea:
-Enfoca el mapa. -Le dijo al cámara, que rodaba casi de continuo- he comprobado
que por muchos cambios de rumbo, siempre siguen las corrientes marinas donde
localizan los bancos de peces, siempre que llegan a la misma latitud se desvían
de dichas corrientes y se dirigen hacia un lugar determinado, no dije nada al
respecto, pues cuando pensaba que había localizado el punto de partida de los
delfines, dejaron de actuar de tal manera cambiando a rumbos diferentes en cada
ocasión que intuían que eran perseguidos.
Por lo que propongo que nos dirijamos al punto de partida de este rumbo y
esperemos alejados lo suficiente como para que no puedan detectar nuestra
presencia.
Capítulo VII
Como todas las mañanas, por rutina, Iván se dirigía a la playa para surcar los mares junto a sus cetáceos amigos, pero de tarde en tarde
por razones que no terminaba a entender algún que otro día no aparecían, se quedaba al principio desasosegado, hasta que con el tiempo comprendió que aquello era habitual.
Las primeras veces que le ocurrió tan preocupante
ausencia, a la mañana siguiente esperaba en la orilla de la playa vigilante y
nervioso a que apareciesen a lo lejos las características estelas que dejaban
los delfines en el agua, y cuando veía saltar y silbar a Serafín haciéndole
las indicaciones que esperaba para introducirse en el mar, Iván salía como un
rayo a lanzarse al agua para alcanzar a su amigo Serafín.
Cuando llegaba Iván hasta su amigo, en lugar de agarrarse a su aleta dorsal
como de costumbre, se abrazaba a Serafín, quien con un clic le daba a entender
que se agarrara a su aleta para partir a sus ya rutinarios viajes.
Los días pasaban surcando plácidamente el mar en las mañanas, junto al grupo de delfines y por las tardes jugando en la arena de la playa y ayudando a recolectar frutas, junto a sus amigos primates.
Capítulo VIII
Los expedicionarios que aguardaban en el buque oceanográfico, viendo como todas
las mañanas se aproximaban los delfines hacia un pequeño archipiélago perdido en
el mar, decidieron acercarse más al punto donde parecía que llegaban, paraban y
daban la vuelta.
A la mañana siguiente de tal decisión, las cámaras captaron unas imágenes que
les dejaron a todos perplejos, de lo que eran testigos, al descubrir la asombrosa figura de un ser humano surcando el mar
agarrado a las aletas de los delfines y saltando de uno a otro de una manera
tan ágil que tal asombrosa naturalidad y sincronización entre los mamíferos
marinos y el niño, dejó en un absoluto silencio a los que estaban delante del
monitor. Aquella adaptación de un niño
frágil en su mundo y tan desenvuelto en un medio en teoría menos propicio al
hombre algunos lo catalogaban de inaudito y otros de milagroso. Después del shock
colectivo causado por aquellas impactantes imágenes, inmediatamente se
dispusieron a trazar un plan para recuperar a Iván.
Al día siguiente cuando se dirigían los delfines
con Iván a alta mar, el buque ya más próximo, emitió un intenso sonido de baja
frecuencia que aturdió a los delfines en el momento en que Iván saltaba de uno
a otro, soltándose y quedando en el agua, inmediatamente una lancha que estaba
preparada para perseguirlos, se acercó hasta Iván y lo rescataron del mar.
Una vez en el barco, su madre arrebatándoselo de las manos al marinero que lo había rescatado
del mar, le agarró entre sus brazos y cuando se disponía a llevarlo hasta su
camarote, el Capitán dio la orden a
uno de los marineros para que le llevasen al dispensario médico donde fue
examinado con un exhaustivo reconocimiento y viendo que el niño estaba en
plenas facultades físicas, se lo devolvieron a la madre quien agarrándolo entre
sus brazos lo llevó hasta su camarote, con tal resplandor de felicidad en su
rostro que iba iluminando a su paso el estrecho pasillo.
Epílogo
Aquella noche, tras
cantarle la madre su canción favorita, una de las melodías machaconas, que se
escuchaban continuamente en las cuñas de radio donde anunciaban el espectáculo de
aquel infausto delfinario:
En los mares lejanos
habitaba un delfín
llamado Serafín
que junto a sus hermanos
saltaban muy lozanos
las crestas de las olas
haciendo mil cabriolas
bailaban en el aire
y con grácil donaire
andaban con sus colas.
Serafín, Serafín
en mis sueños te veo
Serafín, Serafín
guardando mi deseo
Serafín, Serafín
no te vallas muy lejos
Serafín, Serafín
contigo mis complejos
se alejan con los sueños
y se hacen muy pequeños.
Aunque a mitad de la canción Iván quedó plácidamente dormido, la madre siguió hasta el final, pues si no lo hacía así, el muchacho no tardaría en despertar, las rutinas había que cumplirlas.
Después de estar una gran parte de la noche, en vela vigilante del sueño de Iván, la feliz y dichosa madre terminó rendida en los brazos de Morfeo, con la satisfacción del deber cumplido reflejada en su rostro, y también con la preocupación interior de saber que le acababa de arrebatar a su amado hijo la forma de vida donde él se sentía integrado, sin ningún tipo de tapujo, traba o impedimento social.
De repente, un sobresalto la despertó y al
incorporarse vio por el ojo de buey la luz de la luna llena acariciando el mar
por el horizonte, y surcando entre sombras y reflejos unas estelas rompían las olas, mientras se alejaban. En ese momento no se atrevió por temor, a
volver el rostro hacia el catre donde había acostado a Iván, pues en su más
íntimo ser solo quería la felicidad de su hijo; volviéndose a reclinar miró de
nuevo por el ojo de buey la luna llena como se ocultaba entre unas oscuras nubes, en el mismo momento que se le humedecen los ojos con sus lágrimas saladas como las gotas de agua de aquel mar que tan feliz hacía a su
pequeño y único vástago.
Antonio
Nieto Bruna
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29-3-2014
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