A las afueras de
la ciudad junto a una vía de servicio, se concentraban un gran número de damas
que ofrecían sus servicios por módicos precios y a quienes no les faltaba su
clientela, la fija y la ocasional.
Parando su vehículo uno de esos clientes ocasionales se dirigió a una de las meretrices en concreto, después de preguntar por sus honorarios la invitó a subir.
- Si no te importa iremos a mi casa, prefiero siempre una cama para estos menesteres, entra en la parte trasera de la furgoneta, que no quiero dar pie a las vecinas chismosas.
- Como tú quieras, el dinero es tuyo, pero págame por adelantado…
Al llegar a su destino, saliendo de aquella furgoneta sin cristales laterales, un corpulento mayordomo le dio la bienvenida ayudándola a salir.
- De nuevo en casa señorita Blanca; su habitual clientela ya la echaba de menos.
Parando su vehículo uno de esos clientes ocasionales se dirigió a una de las meretrices en concreto, después de preguntar por sus honorarios la invitó a subir.
- Si no te importa iremos a mi casa, prefiero siempre una cama para estos menesteres, entra en la parte trasera de la furgoneta, que no quiero dar pie a las vecinas chismosas.
- Como tú quieras, el dinero es tuyo, pero págame por adelantado…
Al llegar a su destino, saliendo de aquella furgoneta sin cristales laterales, un corpulento mayordomo le dio la bienvenida ayudándola a salir.
- De nuevo en casa señorita Blanca; su habitual clientela ya la echaba de menos.
Antonio Nieto Bruna
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24-4-2011
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