Divagando con la conciencia

Se hace bastante imprudente
la pérdida de conciencia,
ver en la usura inocencia
no parece consecuente.

El paria, en su alegoría
querría
cambiar de modo rotundo
al mundo,
haciendo un nuevo proyecto
perfecto.
El humano en su defecto
es ser de esencia egoísta,
si fuera algo más altruista
querría al mundo perfecto.

Siempre que el Sol resplandece
la Luna está ocultada
de oscura noche estrellada,
el día nos envanece
creemos nos favorece
la claridad nos ampara,
seguramente acertara
que sin noche no amanece.

La claridad al llegar,
de día con su alborada
converge la madrugada
inapelable al pasar.
Vida que debes dejar
su marcha nos acompasa
lo escrito en tabula rasa,
nunca se podrá borrar.

El día cuando amanece
espanta la soledad,
de quien en su intimidad
se pregunta si merece
lo que a unos se le ofrece
a otros les han de negar
¡Que tristeza mendigar!,
cuando de azar se carece.

El sueño invita a vivir
mirando a la madrugada
de día y con su alborada
despertándose el sentir,
pues tenemos que asumir
los actos que nos señalan,
a cada uno nos avalan
cuando deja de existir.

Las tardes cuando oscurecen
los nubarrones de miedos
traen suplicas con credos
a dioses que se envanecen,
temores hacen le recen
como doctrina divina
y cuando oran se adivina
los pecados que padecen.

El ocaso se aproxima
y oculta un mundo cautivo
con su egoísmo abusivo
la avaricia nos domina,
la vida se hace anodina
sin sentirse su atadura
mientras tanto la locura
se convierte en jacobina.

Mi fuero se desvanece
con conciencia que quisiera
despertar a mi quimera
y al anhelo se le ofrece,
la vida cuando ennoblece
a quien ve un orbe perfecto.
Siempre quedará el abyecto
de miseria se enriquece.

Como hipócritas miramos
a quien no le queda nada,
solo el cielo ¡Casi nada!
Sus desdichas afrontamos
en hogar que calentamos
con leña de su morada,
de ambición insospechada
nuestra inmundicia creamos.

La noche cuando oscurece
acoge al hombre en su sueño
y no ve con su desdeño
el cielo que resplandece,
el universo se crece
con luminosas estrellas
y cuando él mira hacia ellas
el brillo le empequeñece.

El pesar que aquí reside
le pide,
decir un no más rotundo
al mundo
y que busque en su avaricia
justicia.
Al humano en su codicia
con mísera egolatría,
algún otro en su agonía
le pide al mundo justicia.

No parece consecuente
ver en la usura inocencia,
la pérdida de conciencia
se hace bastante imprudente.​

Antonio Nieto Bruna
Copyright ©
25-2-2011



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