El falaz más compulsivo
a la simple inteligencia
de cualquier otro desprecia,
y a la razón y a la ciencia,
a la ciencia la desmiente
con tanta y tanta insolencia
que tratará el mentiroso
con saña y maledicencia,
y su razón se disfraza
envuelta con la indecencia
de los hechos consumados
que arrastra esa vieja herencia
del luto de tantos años
que se oculta en la inconsciencia
de los cachorros que muerden
a toda la disidencia,
y luego a otros acusan
de romper la convivencia
pactando con esos viejos
demonios, ¡qué coincidencia!
Anhelada con frecuencia
la paz con imposiciones
negocian los poderosos
que anteponen sus razones,
sus fortunas y egoísmos
entre sus difamaciones
para poder ocultar
sus podridos corazones,
así piden libertad
para que a sus ambiciones
las puedan beneficiar
las huchas de las pensiones
de aquellos que con sudor
pagaron cotizaciones,
mientras, otros se guardaban
todas sus tributaciones
entre trampas y chanchullos
en los profundos cajones
que esconden tantos poderes,
como la cárcel ladrones.
Cuando damos opiniones
nos creemos que es honroso
decir nuestro pensamiento
aunque sea sospechoso,
pues tan solo son palabras
del honesto o del morboso
y según sus intenciones
alguno más insidioso
usará el vocabulario
más dañino y cochambroso
para ahondar en la herida
esa que abrió el sedicioso
que veneran a escondidas
herederos del faccioso
y después echan en cara
los que hacen un contencioso
de parte de ese pasado
también muy negro y luctuoso
y que lo usa con insidia
aquel que es más injurioso.
Valiéndose el mentiroso
del poder establecido
para con ello engañar
al honesto y al bandido,
al honesto por ser bueno
y al otro lo ha convertido
en fiel plebeyo egoísta
buscador de lo perdido
pensando que su progreso
es tan solo lo adquirido
con engaño y con astucia
al estado y al desvalido,
pues cree se lo merece
por ser ave de ese nido
donde medra tanto buitre
a costa del afligido,
del que paga sus impuestos,
de quien es incomprendido
y de cualquier ciudadano
que por él se siente herido.