Discutían dónde poner el sofá, si tapando la mancha que quedaba en la tarima en medio del salón frente al hogar o tapando una de las paredes donde resaltaba en un color ocre una figura muy semejante a un rostro humano y que con los reflejos de las llamas y en la penumbra del salón daba la sensación de cobrar vida por momentos, por ello la esposa, prefería tapar la mancha de la pared. Sin embargo, el marido mantenía que los fantasmas no existían, para lo que le invitó a sentarse con él en el sofá para observar el embrujo del fuego y comprobar que el mayor misterio que allí había, era el deterioro de la mansión que acababan de heredar.
Antonio Nieto Bruna
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17-2-2018
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