Pesadilla en Brooklyn




Prólogo


Cualquier similitud con la realidad 

pudiera ser tan solo mera coincidencia.

Si los sueños con la oscuridad coinciden al transitar,

se ha de recapacitar si el soñar despierta a la conciencia.

Mas quien no se sienta libre de inocencia,

su pena deberá de purgar,

pues los sueños en verdad nunca se sabrán,

si son o serán el efecto de una extraña ambivalencia.

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Capítulo I

Su niñez transcurrió entre casas de acogida y correccionales, recibió una selecta educación con los mejores profesores en ciencias de la apropiación del bien ajeno, teorías de la subsistencia y lengua gramatical urbana, en las aulas de la calle, la cancha de basket y en salones de billares, en aquel distrito neoyorquino donde, la gran nación de las oportunidades escondía la pobreza, el desarraigo y la marginación de todas aquellas mezclas de razas y culturas llegadas de diversas partes al paraíso donde cualquiera podría conseguir alcanzar su sueño, pues las diferencias de clases sólo eran mera propaganda antiamericana de unos pocos que en panfletos se encargaban sobre todo en festividades señaladas, de plasmar irrealidades que sólo ellos veían. Según claro está, el aparato de contra propaganda del sistema, instaurado felizmente para que unos pocos viviesen desahogadamente a costa de la inmensa mayoría y con el lema “Tanto tienes tanto vales”…

Su tutor el desamparo y su madre la miseria se encargaron de terminar de darle la educación que precisaba para que la vida le deparase un futuro oscuro e incierto.

Era un joven desaliñado con mirada desconfiada y orgullosa, reflejo de quien se hace a sí mismo y de quien vive a costa del hurto, cambalaches y venta al por menor de droga.

Se había ganado la posición privilegiada de camello de confianza del proveedor que distribuía la droga entre los pequeños traficantes de la zona, con la fama que le daba el saber que de una o de otra forma siempre cobraba la mercancía que pasaba y a costa de mantener a raya al resto de colegas que merodeaban por su distrito, ubicado en una manzana donde no podía faltar uno de los mejores focos de creación de negocio estable, pues la clientela tenía algo necesario para caer en las redes tendidas en su puerta, tal como la curiosidad, la rebeldía y ese mal que termina corrigiendo el transitar de los años; el de la falta de experiencias dada por la vida inherente al escaso paso del tiempo, combinado con la falta de escrúpulos de quien se aprovechaba de aquellos jóvenes que cursaban estudios en una de las escuelas de Brooklyn.


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Sus días transcurrían con la monotonía repetitiva del desfile de esos potenciales clientes y de los habituales drogadictos que merodeaban su puesto de venta detrás de la escuela en el desolado y antiguo motocine donde aparcaba su viejo Chevrolet del 56, restaurado y reparado de una forma perfecta y con un don para la mecánica que muchos profesionales envidiarían, con piezas a veces casi artesanales adaptadas por él mismo de otros viejos vehículos del desguace, donde estuvo empleado durante un tiempo no muy prolongado, justo el periodo necesario para cumplir la condicional, una vez fue puesto en libertad -requerimiento exigido por su mayoría de edad-. 
Al menos de algo le había servido los cursos de mecánica que recibió en su estancia en el correccional del condado.

De vez en cuando se acercaba algún estudiante de literatura española a platicar con él, lo que rompía algo su rutina al consentir el juego de algún avezado estudiante, al ponerle en un brete cuando entraba en profundidades en la práctica del idioma de Cervantes y que comenzó aprendiendo en el barrio donde todos sus vecinos eran hispanos y siguió practicándolo con sus compañeros puertorriqueños del correccional, la gramática se la enseñó un anciano maestro de literatura castellana de aspecto y compostura machadiana, tan parecido al poeta que a simple vista era una reencarnación casi exacta del poeta, con la diferencia, claro está, en el idioma que enseñaban.

Era un monótono día como cualquier otro de mayo del 79, comenzado con un particular desayuno compuesto de una botella de Four Roses, unas cuantas pastillas de nuevo diseño, que su proveedor habitual le suministró como algo sublime, asegurando que: -Quien lo probaba era elevado al séptimo cielo- Escuchando Breakfast in America, de Supertramp, sonido proveniente de la radio transistor de su vehículo y hojeando un viejo amarillento libro de poemas, recuerdo del anciano profesor del correccional, quien le inculcó la afición a la lectura del arte de Joyce, Eliot, Poe, Lorca o Calderón, y que guardaba celosamente, pues en tales ambientes podría ser motivo de pérdida de autoridad andar leyendo tales ñoñerías. Fue una etapa muy fructífera para él, en lo que se refiere a su intelectualidad, pues sus ansias de conocimientos y sus ocultas inquietudes artísticas, junto a su innata y extraña forma de absorber conocimientos generales, en función del ánimo con el que se levantase cada día, le dio una cierta cultura de la que se guardó mucho utilizar, para adaptarse a la comunidad, que en su subconsciente, echaba en cara no haberle dado una infancia y adolescencia al menos con las mismas oportunidades que a los demás. Por lo que su frustración le llevaba a querer conseguir de esa sociedad, fácilmente, lo que en su día le negó, aunque para ello, en ese descarriado camino, tuviese en algún momento que llevar a la perdición a alguna que otra alma inocente.

De pronto, vio entre una especie de neblina matutina, cómo se acercaba a su puesto ambulante un nuevo personaje, no fichado por su memoria fotográfica, por lo que la precaución le hizo tomar las medidas que tenía de antemano planificadas. Agarrando las bolsas de polvo blanco, las introdujo a través de uno de los huecos, algo más grande que el resto, al estar cortado un par de laterales, de dos de las rejillas, de aproximadamente 40 pies de largo y 30 pies de ancho, algo oxidadas, por donde podía introducir las bolsas sin temor de no volver a recuperarlas y cubierta por el lateral del viejo Chevrolet, quedando colgadas de un fino e invisible hilo.

El personaje desconocido al llegar a la altura del traficante y sin ningún tipo de preámbulo le preguntó:
-¿Qué serías capaz de hacer por los demás si tuvieses más dinero del que pudieses malgastar?
Una vez que salió de la estupefacción, provocada por la inesperada pregunta realizada por el misterioso personaje, le indicó amablemente… Agarrándole de la solapa:
-O me compras, o te esfumas.

-De acuerdo, ya me voy, pero antes te diré que de todo lo que te encuentres tendrás que invertir parte en los demás, de tal forma que la rentabilidad de tu inversión perdure en el beneficiario o de lo contrario, por cada día transcurrido sin hacerlo envejecerás diez años, pues has de saber que...

Aguardando el final surge silente
unas veces tardío, otras temprano,
la elección cuando no va de tu mano,
aunque se apele siempre está presente.

Ocultos sentimientos de la mente
serán razón y sino del humano,
se saldarán las cuentas siempre en vano
en el justo momento de la muerte.

Sabiendo que es efímera la vida
no se podría hacer nada en tu amparo
al vivir sin pensar en la partida.

Y cuando sientas todo el desamparo
de la parca acechándole a tu herida,
no busques lo que no tiene reparo.

Sin más atención a dicho personaje, que la de una leve sonrisa de desprecio, se encaminó a la rejilla a recuperar el alijo astutamente escondido. Al tirar del nylon, lo notó tan tenso, que pensó que se había atorado en alguna grieta del oscuro sótano, pero al ver que aunque pesadamente seguía recuperando el hilo, siguió tirando hasta que extrajo las bolsas, viendo que el blanco inmaculado de la cocaína había cambiado su color por un reluciente y brillante color dorado.

Después de la primera impresión, provocada por tan inexplicable acontecimiento, y sin terminar de salir de su perplejidad, sacó una linterna del maletero de su vehículo para inspeccionar el oscuro sótano. Pensaba que alguien le intentaba gastar una broma pesada, observando por las cuadrículas metálicas que en dicha oquedad no se encontraba ni un alma, se dispuso a comprobar de qué estaba compuesta dicha materia, que misteriosamente había cambiado de color y de peso. Al no tener total seguridad de su grata sospecha, se dirigió al usurero del barrio, un comerciante judío afamado en la compraventa de oro y diamantes o de todo aquello que pudiera obtener una beneficiosa y abusiva rentabilidad. 

Éste, le vino a confirmar que efectivamente lo que tenía en sus manos era oro, dejando atrás la sospecha tenida hasta entonces de que la manipulación de la droga le había provocado algún tipo de alucinación, por lo que se limitó a realizar el trueque con el usurero del preciado metal, por el equivalente a su valor monetario en el mercado del comercio negro.


Aprovechando la cita que tenía con su amigo Arey, se dispuso a “cerrar el quiosco” antes de la última ronda habitual de los rezagados, pues tenía suficiente para pagar a su proveedor y pasarse unas cuantas noches de juerga y lujuria, pero antes, su escepticismo, curiosidad, avaricia, o un cóctel de todo ello, le llevó a volver a repetir el proceso introduciendo otra pequeña bolsa con polvos de talco en el interior de la rejilla. Alumbrando con la linterna de mano al interior del oscuro sótano, para intentar, otra vez sin éxito, localizar a quien le hacía tan extraño cambio, se dispuso a extraer la bolsa viendo que el peso de la misma no era el adecuado al peso que esperaba. Al llegar a la rejilla, la bolsa se enganchó. Al intentar liberarla introdujo el dedo meñique y así pudo recuperarla.



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En ese momento, se produjo un leve resplandor. Retiró de inmediato la mano y vio que entre la uña y la carne había un familiar color dorado, confirmando su sospecha pero no como él la había concebido sino de una manera que todavía no alcanzaba a comprender, para lo que hizo una última introspección en su llaga particular del ver para creer, introduciendo un pequeño saquito que utilizaba a modo de cajita de rapé, donde guardaba la droga para su propio consumo y que contenía una bolsa de cocaína y una china de hachís. Una vez realizado el proceso de la alquimia vio que funcionó. Se sentó en su viejo auto, pensativo, deshaciendo un cigarrillo rubio. Una vez preparado y extendido en una hoja de liar tabaco se dispuso a extraer del papel de plata, la pequeña piedra de "chocolate", sin apenas fijarse en lo que hacía, en un proceso casi automático. Al intentar desmenuzar la piedra notó cómo se le clavaba en la dura epidermis de los dedos; fijándose más detenidamente, vio que seguía teniendo la piedra en la mano, pero transformada en una piedra de diamante.

Sin tiempo que perder, se dedicó a comprar toda la droga que pudo entre los camellos conocidos, incluyendo a su habitual proveedor, al que convenció de que tenía un comprador dispuesto a pagar de inmediato todo el “oro del mundo" por la droga que le llevase. Le pasó el último alijo recibido, con la total confianza de recibir de él, el beneficio prometido. Con un adecuado cortado de la misma, obtendría un incalculable beneficio “limpiamente”. No perdió ni un instante en ir con todo el botín a su laboratorio de alquimia improvisado donde, para realizar lo más rápidamente el proceso de transformación, quitó una de las múltiples rejillas, engarzadas entre sí y fijadas para más seguridad por unos robustos tornillos. Terminada tan fructífera labor, engarzó otra vez las rejillas, sin perder más tiempo en asegurarlas con los tornillos.

De camino, desde la tienda de antigüedades del usurero hacia su casa, donde había quedado en recoger a su amigo Arey, para ir a celebrar su doctorado, sólo le rondaba una idea por la cabeza y era la total seguridad de que el proceso de transformación, por no se sabe qué arte de birlibirloque, producía dicha transmutación, sólo con la droga, pero sin embargo la bolsa de cocaína ya preparada con su adecuado cortado, había sido transformada en polvo de oro en su totalidad.

-Bueno, para qué darle más vueltas, lo importante es que funciona como funciona y de ello me estoy beneficiando -se decía para sí mismo.

Tres días después, se despertó en la cama de una suite, en un lujoso hotel, con el recuerdo que le llegaba del último poema que escribió a modo de lamento de un Segismundo urbano, encarcelado entre las rejas que él mismo se había fabricado.



Conjura la noche oscura agorera
el miedo es oculto nos llega ligero,
pues siempre la umbría quedará certera,
cuando pasa el tiempo en el minutero.

La pena se arropa con su manta negra
quedándose oscuros profundos secretos,
del alma la luz ya se desintegra
cuando cohabitan con sueños discretos.

A ti dulce musa del verso dormido,
confieso que un día mi alma fue testigo
de aquello que en vida me dejó dolido.

Con mi pensamiento algo reprimido
si vivo

¿Por qué de éste alma me encuentro cautivo?

En el sueño oculto y desconocido
descubro
un mundo perdido donde yo elucubro.

¿Quién dará calma a este sin sentido?
El tiempo,
pretérito queda si llega a destiempo.

¡Noche!, deja al sueño que busque el olvido
perdido,
entre la razón que tanto persigo.

Desvelos me atrapan ése es mi castigo,
si vivo descubro el tiempo perdido,
a ti dama oscura con pesar te digo.

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Se encaminó directamente a la bañera con la vista nublada por la resaca tan monumental que tenía, después de darse un reconfortante baño se incorporó y al salir, vio en el espejo que su melena negra estaba totalmente teñida de un color gris ceniza.

Sin darle tiempo a pensar sonaron unos golpes en la puerta de la habitación. Se dirigió hacia ella, envuelto con la toalla de baño, sin ni siquiera preguntar, pensando que sería su amigo, que le visitaba para interesarse por la resaca que en ese momento le tenía aturdido. Abrió la puerta y vio al misterioso personaje que se le había aparecido “tres días” antes.

-Veo que has decidido vivir la vida corta e intensamente. Yo no seré quien te lo recrimine ni quien te lo alabe. Ya sabes lo que tienes que hacer para abastecerte de todo lo que tu imaginación alcance a desear.

Inmóvil y tratando de digerir todo lo que le estaba ocurriendo, con todos sus músculos paralizados por el miedo y por la inexplicable situación en la que se encontraba y que su conciencia empezaba a digerir, veía desaparecer por el largo pasillo a esa ya familiar repentina aparición, con un melódico recitar de fondo…


En los sueños la razón
se diluye si al dormir,
con buscar explicación
despertando has de sentir,

si en los sueños se quedó
todo aquello en el olvido
y si no se recordó
de nada el sueño ha servido,

si en la noche se ocultaran
los malignos pensamientos
y en el alba despertaran
los sueños con sus lamentos,

en la tierra no cabría
quien de los sueños viviese,
otro mundo soñaría
el que ambiciones tuviese.

El camello cincuentón envuelto en el albornoz, se dirigió a la boutique que había en el propio hotel, para vestir su cuerpo. Estaba totalmente transformado por el decadente y vertiginoso paso del tiempo, con caminar dubitativo y aturdido en un shock producido por la todavía inexplicable transformación y por las palabras que le seguían retumbando en la cabeza, de aquel loco que ya no sabía si se le aparecía en una pesadilla provocada por el alcohol y las drogas, o si era real.

En su caminar dubitativo todavía le iba resonando la voz de su inseparable pesadilla, como si el ambiente musical del hotel estuviese conectado directamente a su subconsciente…

La noche se abre paso y el día poco claro
quiere llorar su locura,
esconder sus cadenas, gritar su desamparo.
¡Por qué la noche es oscura?
¡Por qué el alba nunca llega?
¿Y por qué la razón ciega
no mitiga la herida y calma esa amargura?
¿Es la noche la tortura?
¿Es el día quien sosiega?

Capítulo II

Con un traje príncipe de Gales, zapatos de charol, camisa negra, corbata blanca a juego con el pañuelo de bolsillo y la cinta que rodeaba el sombrero, se dispuso a salir hacia su destino transformado en un gángster de baja alcurnia, aunque con el mismo gusto hortera por el vestuario elegido que “tres días” atrás tenía por sus desaliñadas y amplias ropas de marca de mercadillo.

Al salir a la gran avenida, de repente se dio cuenta que estaba en otra ciudad, pues no reconocía las edificaciones que le rodeaban, entre una densa mezcla de polución, neblina matutina y halo de misterio todavía sin resolver, se encaminó a un amplio centro donde parecía que se habían concentrado todas las tiendas, cines, recreativos, restaurantes y salas de fiestas de la ciudad. Al pasar por un escaparate de una tienda de audiovisuales, se paró a observar la cantidad de aplanados y descomunales televisores que había, deteniendo su mirada al observar en uno de ellos un edificio que le parecía bastante familiar donde se observaba movimientos de ambulancias y bomberos, de repente se quedó petrificado cuando leyó en un rotativo que salía en la parte inferior de la pantalla:
ÚLTIMA HORA. Al menos 10 estudiantes, entre 14 y 17 años, han sufrido un accidente en la mañana de hoy sobre las 9:30 cuando una rejilla cedió al paso de ellos junto a una escuela de Brooklyn, cayendo en el sótano que cubría la rejilla.

Inmediatamente se dirigió hacia la escuela pensando lo poco que le había durado la gallina de los huevos de oro, sin terminar de leer el final del rotativo donde indicaba...
“N.Y. Friday, May 22, 2009”

Feliz soñando estaba un sueño un día
que quise hacer la noche eterna sueños,
pensando que eran sueños muy risueños
soñaba mientras tanto el sol salía.

Despierto pude ver que el mundo había
cambiado y turbios tiempos se hacen dueños
de todos esos sueños tan pequeños,
queriendo ser el bien que al mal vencía.

El sueño tiene forma extraña de huir
del acto incluso incierto a tal ficción,
haciendo sea más un fin dormir.

Pregunto entonces presto tal razón.
¿Si el sueño debe ser su fin morir,
dormir entonces puede ser un don?

Al llegar al lugar del accidente vio entre una especie de nebulosa, el movimiento continuo de ambulancias entrando y saliendo, un destacamento del cuerpo de bomberos y un cordón policial que impedía el paso a curiosos.

Uno de los primeros voluntarios que llegó al lugar para auxiliar a las víctimas, ya retirándose al pasar cerca de donde se encontraba aquel personaje con tan llamativa vestimenta, no pudo por más que fijarse en él, llevándose una sorpresa al comprobar que aquel rostro
le era muy familiar, se quedó parado mirándole, se acercó y le preguntó.

-¿Johnny? Tú eres Johnny Derek ¿No?

-Sí, ¿Y tú quién eres?

-Arye. -¿No me recuerdas? No me extraña, hace tantos años que desapareciste que te has olvidado hasta de tus viejos amigos.

-Johnny. -¿Arye? ¡No puede ser!, que desmejorado te veo. ¿El martes pasado no es cuando teníamos que haber celebrado tu doctorado?

Después de una carcajada, le indicó al agente que dejase pasar a su colega.

Se fundieron en un abrazo como si hiciese décadas que no se veían y se dirigieron hacia la zona del accidente donde quedaban los bomberos acordonando la zona con vallas y la policía científica realizando las investigaciones pertinentes.

-Arye. -Éste era tu “puesto de trabajo” Como ves es de lo poco que no ha cambiado. En mal momento llegas para recordar viejos tiempos. ¿Se puede saber dónde te has metido durante todos estos años? 

Me dijeron que le desvalijaste toda la droga a tu contacto y que dieron buena cuenta de ti y por otro lado que te fugaste a Europa huyendo de la mafia.

-Johnny. -Es una larga historia, que ni yo mismo acabo de comprender, si hay alguien que pudiese intentar creerla serías tú. Ya te la contaré, pero antes me gustaría que me llevases a mi casa, si es que todavía existe. Espera, me ha parecido oír algo en el fondo del sótano. Acercándose, se agachó para escuchar, a su vez introdujo la mano en el bolsillo de la americana y sacó algo que ocultaba en su puño, introdujo la mano con disimulo en el hueco abierto por la rejilla caída, e incorporándose le dijo.

-Vamos, ha sido una falsa alarma. Mientras se dirigían a su “antigua” casa examinó, el interior de la bolsa que ocultaba en su mano y que contenía un sobre con cocaína, averiguando que su particular piedra filosofal ya no seguía realizando su alquimista transmutación.

En un barrio residencial a las afueras de la ciudad, de viviendas unifamiliares rodeadas de jardines y césped bien cuidados, al llegar a su vivienda rodeada por una valla de tablas de madera montadas en vertical y con la pintura roída por el paso del tiempo, vio que era lo único que se parecía al antiguo barrio de humildes casas de emigrantes que llegaban a su primera etapa donde unos encontraban sus sueños y otros sus lamentos.

Destino oculto penumbra negra
oscura cae la tarde incierta
yerta se queda si el día acierta
mientras la noche al sueño alegra.

Ocaso negro tiempo de espera
sombra nocturna trae el desvelo
pasa el tiempo no llega el consuelo
sueño o visión noche certera.

Tenue tú asomas desde la cuna
cubre el fulgor su sentimiento
licantropía trae la luna.

Trasnocha el manto con paso lento
noche estrellada inoportuna
pasan los sueños queda el lamento.

-Arye. -Aquí la tienes, a los siete años de tu desaparición me llegó una notificación donde me decía que me hacías heredero universal de todos tus bienes, como tenía la certeza que algún día vendrías, no quise deshacerme de tus pertenencias.

-Johnny. -¿Y el Chevrolet? ¿Qué hiciste con él?

-Arye. -Ahí lo tienes, en el garaje donde lo dejaste la noche en la que fui a recogerte para llevarte a mi fiesta, mira que me han ofrecido dinero por él, pero aquí está intacto.

-Johnny. -Por mucho que te hubiesen dado no te habrían pagado su valor.

-Arye. -Lo sé, amigo. Sé que era una joya para ti.

-Johnny. -No, no lo sabes.

Agarrando las llaves del contacto se dirigió al maletero donde había un arcón bajo el fondo del mismo cubierto con una alfombrilla, abriéndolo con la llave que llevaba colgada al cuello. La cara de su amigo quedó petrificada, cuando de él extrajo uno de los diez maletines de cuero y abriéndolo le enseñó su contenido, 10 millones de dólares.

Capítulo III

Arye consideraba a Johnny como a un hermano mayor. Se criaron juntos en una casa de acogida donde fueron utilizados principalmente de mano de obra barata, hasta su separación, forzada por el ingreso de Johnny en el reformatorio, al ser acusado de robo por la familia donde estaban acogidos. 

Poco después, Arye fue devuelto a los servicios sociales de la ciudad, alegando su debilidad y poca salud lo que les ocasionaba unos gastos extras que no podían afrontar. Tal decisión le supuso un golpe de suerte, pues fue adoptado por una pareja que había perdido toda esperanza de concebir hijos y aunque sin grandes lujos le dieron el cariño y la educación que necesitaba.

A los dieciocho años Johnny salió del correccional del condado, su don para el liderazgo y su contacto con la mafia de la droga por mediación de un sobrino de uno de los capos que en el correccional fue su protegido, le hizo poco después crearse la reputación que le abalaba en el submundo de la droga.

A Arye, por el contrario, le seguía acompañando la mala suerte. Sus padres adoptivos morían en un accidente de circulación y aunque tenía la beca de estudios, se hubiese visto abocado a dejarlos pues no habría sido capaz de afrontar todos sus gastos con un trabajo de media jornada, fregando platos en el restaurante de comida rápida en el que trabajaba para ayudar a sus padres. Fue gracias a Johnny que dedicó parte del dinero, fácilmente obtenido, para pagar la estancia en una residencia de estudiantes lo que permitió a Arye dejar aquel cutre restaurante y dedicarse a sus estudios de medicina en una prestigiosa universidad. De esta forma, pudo dedicar todo su tiempo a estudiar, sin tener necesidades que le obligaran a trabajar para costearse sus gastos. Una vez licenciado, Arye decidió comenzar su carrera en los servicios sociales especializándose en la asistencia a los drogodependientes. Hasta después de su graduación no llegó a tener la certeza de dónde sacaba su amigo el dinero, para que pudiese completar sus estudios, por lo que consciente o inconscientemente, se dedicó a intentar devolver la ayuda a quienes anteriormente se la habían prestado. Posteriormente le contrataron en el Centro Luterano Médico, llegando a alcanzar una cierta reputación, como director del pabellón de Neuropsiquiatría.

Después de unas cuantas cervezas, Johnny se decidió a contar a su viejo amigo su increíble historia, con la promesa de antemano de no escucharle desde su posición habitual de terapeuta, mirando desde una silla a quien le cuenta sus penas y tribulaciones tumbado en un diván de cuero, sino con la atención que pudiera prestar aquel niño que le consideraba su hermano mayor y su única familia.

-Arye. -La verdad amigo que me dejas perplejo, pues no es que no te crea, pero me han enseñado que todo tiene una explicación y de momento no soy capaz de encontrar ninguna a tu relato, sólo se me ocurre pensar en aquellas letras que un día de un amanecer melancólico compusimos para una canción que finalmente se quedó escondida en algún cajón como uno de los tantos proyectos que permanecieron en nuestros sueños y que aún conservo en mi memoria.

Quiero en mi sueño sentirme seguro
cuando despierto yo toco el presente,
puede el pasado se quede en futuro
siento el mañana que llega silente.
Quiero a la vida lanzarle un conjuro
para cambiar el destino indolente
porque el futuro no es algo seguro,
siempre la espera se oculta en la mente.
Y aunque la noche acentúa las dudas
pueden que traigan los días quimeras,
quedan razones presiento que agudas
pienso que el tiempo con calma atempera.
Cuando ilusiones de anhelos desnudas,
luego no quieras las noches certeras.

-Johnny. -No es necesario que lo intentes comprender de momento, sólo necesito de ti un favor.

Agarrando uno de los maletines escondidos en el arcón del maletero y entregándoselo.

-Johnny. -Si te fijas en la fecha de emisión seguro que no encontrarás ningún billete emitido después de 1979, aunque seguramente fuera de circulación. Como sabes, mientras no lleguen al Banco Central para su destrucción tienen total validez. Pero eso no es lo que quiero, quiero que dones como anónimo este dinero a tu hospital con la condición de emplearlo en la recuperación de pacientes drogodependientes.

Después de una larga noche de amenizada charla, prácticamente convertida en monólogo al insistir Jhonny en que su viejo amigo le contase toda su vida y milagros y mientras hojeaba su antiguo libro de poemas, encontrado después de tanto tiempo, inconcebiblemente sobre la mesa del cuarto de estar a la vista de cualquiera, un profundo sueño se cernió sobre el incipiente amanecer.

Las ausencias ocultan sus huellas en la mar
caminos y senderos de glorias y pecados,
los sueños y quimeras si fueran relegados
al tiempo y al olvido, su fin será pasar.
Futuro con destino nos guardarán los pasos
de esperas y mañanas a la postre mortal,
su acecho persevera de trances los ocasos
de oscura negra dama, silente y natural.
Al andar por el mundo queda siempre el motivo
de desandar caminos hechos a contrapié.
Por lo tanto, ¿creer, es acto reflexivo?
Si el hombre al pensar dijo. -En Dios pongo mi fe-
La evolución pregunta. -¿Creer es negativo?
Entonces porque Dios, ¿la maldad no la ve?

Capítulo IV

Lo primero que hizo Johnny al despertar fue ver el rectangular display de pared que tenía frente a su irreconocible cama y comprobar la fecha que indicaba en él, “Saturday, May 23, 2009” Sintiendo la sensación agridulce de quien por un lado sabe que su conciencia le permitirá dormir y al despertar no encontrarse con la pesadilla de ver su rostro envejecido, y por otro la sensación de despertar de un profundo y prolongado sueño del que presentía haber perdido los mejores años de su vida. Lo mirase como lo mirase veía su vida reflejada en el anverso y reverso de un jing-jang oculto tras su propio examen de conciencia.
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A solas con mi examen de conciencia
lloraré con la pena efervescente,
cuando noche con calma traiga ausencia
quedará acompañada con mi mente.

Todo eso que antaño despreciaste
con tiempo te das cuenta que deseas,
aquello que buscando no encontraste
lo hallarás cuando menos te lo creas.

La vida nos depara azares varios
mas nunca nos revela su destino,
caminos para algunos son calvarios
mas otros del calvario hacen camino.

La suerte que soñando está el mendigo
al pudiente el azar en él revierte,
el mendigo deseando está de abrigo
al pudiente abrigando está la suerte.

Si al final a otro mundo va el creyente
yo no voy por la fe que me excomulga,
infierno de perdón está carente,
pecado con miseria se comulga.

Si culpa de codicia se comulga
el averno de gracia está carente
¿Quién irá si la fe no le excomulga?
Al final a otro mundo irá el creyente.

Al pudiente abrigando está la suerte
el pobre deseando está de abrigo,
al pudiente el azar en él revierte
la suerte que soñando está el mendigo.

De algunos el calvario es el camino,
en otros los caminos son calvarios,
mas nunca nos revela su destino
la vida que depara azares varios.

Hallarás cuando menos te lo creas
aquello que buscando no encontraste,
con tiempo te das cuenta que deseas
todo aquello que antaño despreciaste.

Quedaré acompañado de mi mente
cuando noche con calma traiga ausencia
lloraré con mi pena efervescente,
a solas haré examen de conciencia.


A continuación, en el margen inferior de dicho reloj se situaba un televisor modelo plasma extraplano fijado a la pared, donde en el mismo momento del despertar, en ese lapsus que hay entre la inconsciencia del sueño y la conciencia de la realidad, comenzaba a emitirse una especie de espacio infantil a modo de cuenta cuentos, con un sugerente título…


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El cuento de los mendigos

Narrado por una profunda voz en off, y acompañado entre tramos por el son de un rapero, decía:
-Una gélida noche de frío invierno,
 tres mendigos a adecentar sus humildes camas se disponían, 
de cartones y una vieja alfombra su cutre alcoba se componía, 
les guarecía del viento que allí hacía, un lúgubre rincón.

Un hombre de edad incierta se acercó, 
sobre sus hombros de cuero negro un abrigo se sostenía
medio ocultando un elegante traje que le vestía,
del que resaltaba un aura blanca o quizás sería, 
la espesa niebla que se posó, 
provocando en los mendigos su atención.

Dirigiéndose a ellos con voz profunda 
como si llegase de la ultratumba, 
un escalofrío por todo su cuerpo les recorrió.

-Quien consiga, hacer feliz a una persona en el transcurso de una semana, 
caminando junto a él sin pedirle a cambio nada, 
un inagotable maletín de dinero tendrá al acabarla.

Los tres pobres hombres incrédulos le contemplaron,
quien parecía el más resuelto, le preguntó.

-¿Cómo sabremos que no es broma?

El personaje de abrigo oscuro y traje blanco, 
sacó un amarillento libro de su bolsillo y leyéndolo les contestó;

Según al mundo venimos
comenzamos el camino
como todo peregrino
al andar lo descubrimos.
Aunque el sino no elegimos
nos dirá cuál adivino
al cruzar nuestro destino
que nos ha de deparar,
nunca lo has de remediar
el final siempre es mezquino.

No por eso lo has de ver
sin sacar algún sentido
pues con sólo haber vivido
lo tendrás que agradecer.
El camino que has de hacer
eres tú quien deberá,
elegir quién andará
contigo tu transitar
ese que cuando al pasar
siempre se recordará.

Para qué tienes que andar
rectilíneo el camino,
al fin y al cabo el destino
te dirá cuándo llegar.
Nos debemos preguntar
si es profano o es cabal
el final siempre es igual,
lo mismo llegan pudientes
que el mejor de sus sirvientes
o el que no tiene un real.

En nuestro saber pensar
nos decimos de algún modo
convenciéndonos del todo
que algún cielo ha de llegar.
Para quien quiera abordar
la verdad de aquel Tomás
pretender quizás sin más
que en el ver para creer
en tu vida y proceder,
la verdad encontrarás.

Introduciendo la clave en el candado, 
el número de la bestia se dibujó, 
y allí mismo el maletín desbloqueó, 
repartiendo un fajo de billetes inagotables
y que de entre sus manos, alguno se le voló.

- Esta es la prueba: 
A partir de ahora libres seréis de con el dinero hacer lo que os sea menester, con la condición que el que no cumpla lo establecido, 
antes de la medianoche del séptimo día, su alma para siempre me ha de pertenecer.

Dentro de una semana a esta hora aquí estaré 
y de esta forma las deudas pagaré o de lo contrario las cobraré.

El primero el fajo de billetes para sí tomó, 
por los arrabales de la ciudad y se perdió, entregándose en cuerpo y alma a los placeres que la lujuria le brindara, sin pensar más que en la francachela y el desenfreno que le deparaba tanto dinero.

- ¡Cuándo me veré en otra igual!, con un loco dando dinero.

Así mismo se decía, mientras una botella de güisqui en su mano sostenía, 
apurándola como el agua de un oasis que se encontrara,
después de un caminar largo por el desierto.

El segundo se acercó con el dinero hasta un conocido usurero,
especulador famoso y poco escrupuloso a la hora de conseguir beneficios cuantiosos a costa de cualquier “honrado” inversor.

Y le dijo:
- Repartiré las ganancias entre tú y yo, si este dinero me lo multiplicas por tres.

-¡Que fácil!- 
Con la mitad de los beneficios me quedaré y el maletín con el dinero será mío, al demostrar lo feliz que el usurero quedará con la inversión realizada.

El tercero quedó pensando qué hacer con tanto dinero en su poder...

Al cabo de los siete días, minutos antes de la hora establecida,
sin saber por dónde, apareció en el lugar el misterioso personaje con tenebrosa aura, a los mendigos lo convenido vino a demandar.

- ¿Y bien?

Uno de ellos levantó la mirada lánguida y triste, diciendo.
-Quise invertirlo y lo perdí, me lo robaron, nada tengo.

- ¿Y tu compañero?

-Lleva dos días durmiendo, se ha debido pasar cinco días tremendos.

- ¿Y el que falta?

-De él no sé nada, no le he visto en toda la semana.

-A partir de ahora vuestras almas me pertenecen.

Desvaneciéndose los dos vagabundos sin dejar rastro alguno de su paso por el mundo.

Instantes después apareció el tercer mendigo totalmente irreconocible, 
sin sus harapos, los había cambiado por un vestuario impoluto, junto a otro individuo de igual aspecto.

-Como te aseguré, mis otros dos compañeros de rincón se han ido,
aquí lo tienes, puedes compartirlo conmigo. -Al menos tendré compañía y solo no estaré.- Se decía para sí.

Mientras hablaba a su nuevo compañero, 
se percató de una sombra alargada que a él sigilosamente se acercaba.

-¿Qué tienes que contarme? ¿Invertiste bien tu dinero?

-La verdad es que mucho me lo he pensado, 
para al final ir a parar a un balneario, con este amigo que me encontré por el camino. Al cabo de algunos días medité la situación y llegué a la conclusión, que el mantener este nivel de vida, un gran esfuerzo y tiempo me supondría, por lo que le propuse a mi amigo,
compartir el lugar que habrían dejado con toda seguridad los antiguos inquilinos.

-¿Y el resto del dinero?

-¡Ah! Como no sabía muy bien qué hacer con el dinero, 
se lo di a un conocido usurero que merodeaba junto a mí, mirándome con ojos que de las órbitas se le salían, como sabiendo el dinero que el maletín contenía y que pronto le entregué para que lo repartiese o disfrutase avariciosamente de él, de esta forma me descargaba del compromiso, pasándoselo al pobre avaro.

Moraleja

El dinero vil metal
del avaro complemento,
el aire que le da aliento
no siempre es lo más vital.
El dinero que enriquece
vida dará a quien lo aprecia
miseria a quien lo desprecia,
mundano es quien de él carece.

El corrupto lo asegura,
para su propia avaricia
con el cual se beneficia.
El iluso sin cordura
piensa si será flaqueza
que le tiente la riqueza.

El dinero vil metal,
el pobre con él se aciaga,
el ebrio con él se embriaga,
a sabiendas que es letal.
Pues la propia voluntad
termina por desistir
y a Baco gentil rendir
honores a su deidad.

Mientras las almas silentes
recogerán sus añadas
con esfuerzo algo sudadas,
estarán quizás carentes
aunque tengan que abonar
el surco que han de labrar.

-Valiente estupidez de cuento, ¡yo iba a regalar mi dinero al usurero! -pensaba para sí.
Cuando de repente, sin saber qué sucedía y sin saber de dónde apareció, se le acercó una enfermera y moviendo el pulgar de izquierda a derecha de su rostro delante de sus perplejos ojos, observó cómo la vista de Johnny seguía el movimiento de su dedo.

Con una expresión de sorpresa, por no saber ni qué le ocurría ni dónde se encontraba, vio alejarse apresurada a la enfermera de la habitación, volviendo minutos después junto a un doctor, cuyo rostro le parecía familiar.

-¿Qué tal te encuentras?

Le pregunto el doctor de rostro familiar.

-Johnny. -¿Dónde estoy? -le salió un leve susurro a Johnny.

-Es una larga historia que te iré contando según te vayas recuperando, amigo Johnny.

De momento debes saber que has estado… digamos que algún tiempo en coma, causado por una sobredosis de drogas. Hace algunos días detectamos que tu actividad cerebral aumentaba y que tus signos vitales parecían responder, por lo que decidimos desconectarte de la máquina y por lo que se acaba de ver, ha sido una decisión no sé si llamarla acertada o milagrosa.

Sin terminar de procesar su cerebro las palabras del doctor que le hablaba entre sueños, Jhonny se quedó transpuesto con imágenes y recuerdos agolpados en el subconsciente…

En mi alma los lamentos naufragaban,
ocultos a los sueños inherentes,
noctámbulos serían diferentes
de insomnios y temores que acechaban.

Utópicas verdades avalaban
continuos sentimientos penitentes,
angustias que quedaban muy carentes
de anhelos y esperanzas claudicaban.

Despierto yo quisiera que los credos
vistieran de quimeras las verdades
y alejen a la mente de mis miedos.

Mas viendo amanecer de vanidades
prefiero que campanas en sus quedos
me hiciesen dormitar con mis pesares.

Después de constatar su asombrosa recuperación y pasados algunos días, Arey se dispuso a comprobar hasta qué punto Johnny podría recordar.

Capítulo
V

-Johnny. -¿Cómo me puedes explicar, todos los datos que te he dado, referente al accidente en la escuela, el detalle del centro comercial o que ejerces tu profesión en este centro?

-Arey. -Todo suele tener una explicación más sencilla de la que a veces solemos buscar, querido Johnny. Cuando vimos el aumento de tu actividad cerebral, decidimos dejar encendida continuamente la televisión, para así estimular tus neuronas. Tu subconsciente utilizó todos los datos que ella te suministraba para poner en marcha tus sueños, los cuales utilizaron imágenes del pasado con imágenes nuevas que empezabas a captar.


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Johnny. -Entonces todo lo que te he contado. ¿Es producto de mi imaginación?, y… ¿Cómo sabía que te habías doctorado y que ejercías tu profesión en este hospital?

-Arey. En parte sí, en parte no. Efectivamente como ya sabes conseguí doctorarme, pero eso tu subconsciente lo pudo combinar sabiendo que el día que te encontré en tu casa tendido en el suelo con una sobredosis, nos disponíamos a celebrar mi doctorado. El accidente del colegio, lo han estado pasando por los noticiarios y a mí me entrevistó la televisión una vez terminada la evacuación de todos los accidentados, por lo que otra vez volvió tu subconsciente a hacer asociación de ideas entre lo que oías y lo que recordabas.

-Johnny. -¿Y qué me dices del oro y del dinero conseguido con toda esa alquimista transformación? ¿Tampoco es real, o solo son casualidades del destino?

-Arey. -Como decía algún poeta que ahora no recuerdo su nombre, y que cantaba el cantautor que tanto te gustaba, en una de sus palladas, "El destino es solo un cúmulo de circunstancias aleatorias concatenadas en el espacio y en el tiempo"



-Johnny. -¿Entonces?

-Arey. -Hombre, referente a esta especie de parábola, pudiera ser que lo asocies a algún cuento de los que haya podido oír tu subconsciente en la televisión o bien te podría decir que la transformación de la droga en oro pudiera relacionarse con los cien millones de dólares que le robaste a la mafia colombiana, junto con una partida de droga de diseño nueva y que tenían para su experimentación con los camellos que distribuíais su droga. Además, un puñado de documentos que los involucraban, encontrados en tu casa y que envié al fiscal para incriminarlos y que ayudó a desmantelar, apresar y encarcelar a todo el clan. Con la recompensa, he podido mantenerte aquí durante todos estos años, siendo uno de nuestros mejores clientes.

Después de rumiar una y otra vez todo lo expuesto por su amigo, quedó con esa antigua sensación que tuvo, no sabría decir si en sueños o en tiempos lejanos, de que toda su vida había sido un sueño, bueno más que un sueño una pesadilla. Entonces le llegó a la memoria una de las poesías de un manuscrito suyo que ocultaba celosamente, pues su pasión por la misma era incompatible según los conceptos que caracterizaban su jerarquía en el bajo submundo del hampa. Y que a modo de versos dodecasílabos con una rima asonantada y cadenciosa, decía:

 La vida se forma de muchos recuerdos
unos se diluyen antes de tenerlos,
otros pensamientos quedan en el tiempo,
unos son muy gratos otros no tan buenos,

las vivencias quedan en el pensamiento
sin darnos ni cuenta que en el firmamento
brillan los recuerdos como los luceros
en el gran abismo de todos los sueños,

donde las estrellas seguirán luciendo
aunque el infinito borre los recuerdos
pues lo que es eterno terminará siendo
efímero ocaso del azul del cielo.

Epílogo

Antes de que Morfeo le abrazase profundamente, pudo observar en la televisión a un cantautor de su “lejana juventud” recitar uno de sus poemas, que decía…

Somos tan vulnerables los humanos
que a veces nos sentimos inseguros,
sujetamos los días con las manos
y siempre nos resultan prematuros.

La vida no nos da lo que uno espera,
si no lo que se encuentra en su existencia,
pues aunque la verdad siempre es certera
la parca nos sorprende con frecuencia.

Sabiendo irrefutable y verdadera
esta razón de fuerza nos iguala
a todo ser viviente a su manera.

La suerte sea buena o sea mala
tan solo es una forma pasajera
del tiempo que la vida le regala.


-¡Qué!, ¿al final conseguiste disfrutar de todo lo que la vida te pudo dar?
Entre sueños abrió los ojos y en una especie de nebulosa vio al loco que en tiempos se le apareció en su puesto de venta y distribución de estupefacientes. El mismo que vio en su día alejarse por aquel interminable pasillo del hotel donde despertó de su primer sueño, esta vez con el aspecto inmaculado que da las ropas de un celador, y como unos lejanos murmullos que llegaban hasta su lecho, le recitaba…

¿Quién se jacta de tu suerte?
La muerte.
Ella preservará tu alma
con calma.
Acechándote agorera
espera.
La vida solo es certera
cuando en este mundo arcano
al final tarde o temprano,
la muerte con calma espera.


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El celador, empujó su cama por el pasillo interminable del hospital, mientras se iba desvaneciendo un intenso y constante pitido entre la penumbra de la noche, encaminándose hacia un brillante, frío y a la vez difuminado infinito horizonte.
Ambos se alejaron desvaneciéndose como los sueños profundos perdidos en los abismos de la conciencia.




Antonio Nieto Bruna 
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3-9-2009