A una plaza y a su fuente


En un pueblo habitado de esperanza
con recuerdos de tiempos ancestrales
en las tierras vacías de la sierra
con sus altivas piedras inmortales
se ve como la vida va pasando 
y los sueños esperan ser reales.

El río por el monte en lontananza
va dejando en el cauce pedernales
que el agua erosionó con su cincel
y con tiempo forjaron minerales
pues su curso al bajar de la montaña
transita por parajes naturales.

Ocho calles se asoman a la plaza
desde los cuatro puntos cardinales
en un lado la iglesia con su cúpula
donde se hacen los actos parroquiales
y en la parte de atrás está la torre
donde tañen campanas celestiales.

A sus caños la fuente fiel se abraza
y al pilón vierte todos los caudales
que le llegan de forma algo espontánea
desde un pozo y de algunos manantiales,
donde antaño en las tardes abrevaban
al llegar de pastar los animales.

Más abajo vestido de templanza
entre casas de piedra, originales
se asientan las raíces de mi pueblo
con muros de incaderas y corrales
y el laurel que la sombra da a un patio
mientras crecen floridos los rosales.