¡Oh
culta altivez de dioses!
Ambrosía perfumada
con su bálsamo es celada
para aquellos semidioses
de pontificadas poses,
que con su manto se arropan
y con soberbia se topan
con negras realidades,
encontrando las verdades
inciertas mientras se dopan.
Los que en su nube galopan
y se leen a si mismo
con un innato hedonismo
apuestan mientras se copan
y sus letras se apocopan
entre mentira y quimera,
pues quien de la vida espera
ser un dios en el futuro,
quedándose el mundo oscuro
vería su oda certera.
¿Para qué entonces la espera
de ese vano entendimiento,
si el saber es alimento
que guarda testa altanera?
La que levanta bandera
del conocimiento arcano,
el devenir tertuliano
del títere sin cabeza,
y piensa que su certeza
es clara cual meridiano.
Sin sopesar si es profano
en el arte que domina,
pues en su fuero adivina
conocimiento cercano
con aquel gran lebrijano
que su gramática inspira
en su intimidad aspira
reconocimiento eterno,
aunque llegase al averno
con su perfección suspira.
Quien a su ombligo se mira
creyéndose que es Cervantes
y piensa que son talantes
lo que el mundo de él admira,
creerá cuando delira
con ese idolatrado ego
que lo dejado a su apego
quedó con su narcisismo,
causa oculta al aforismo
motivo y burla hacia el lego.
Si es placer y si es sosiego
enseñar a quien no sabe
aunque no siempre te alabe
quien parezca a veces ciego,
será que por desapego
no aceptase las misivas,
con respuestas alusivas
luchará contra el gigante
con bacina y rocinante
y maniobras defensivas.
Góngora con sus diatribas
fustigaba con desprecio
al pobre letrado necio
que hacía letras altivas,
esas que son alusivas
al indocto que departe.
Engolándose de su arte
menospreciaba al ajeno,
no dándole como bueno
lo opuesto de su baluarte.
Esperando no coarte
mi pensamiento sincero,
a mi vanagloria quiero
velar y dejar aparte.
Que la crítica descarte
los halagos que me endoses
pues, aunque a veces me acoses
Ambrosía perfumada
con su bálsamo es celada
para aquellos semidioses
de pontificadas poses,
que con su manto se arropan
y con soberbia se topan
con negras realidades,
encontrando las verdades
inciertas mientras se dopan.
Los que en su nube galopan
y se leen a si mismo
con un innato hedonismo
apuestan mientras se copan
y sus letras se apocopan
entre mentira y quimera,
pues quien de la vida espera
ser un dios en el futuro,
quedándose el mundo oscuro
vería su oda certera.
¿Para qué entonces la espera
de ese vano entendimiento,
si el saber es alimento
que guarda testa altanera?
La que levanta bandera
del conocimiento arcano,
el devenir tertuliano
del títere sin cabeza,
y piensa que su certeza
es clara cual meridiano.
Sin sopesar si es profano
en el arte que domina,
pues en su fuero adivina
conocimiento cercano
con aquel gran lebrijano
que su gramática inspira
en su intimidad aspira
reconocimiento eterno,
aunque llegase al averno
con su perfección suspira.
Quien a su ombligo se mira
creyéndose que es Cervantes
y piensa que son talantes
lo que el mundo de él admira,
creerá cuando delira
con ese idolatrado ego
que lo dejado a su apego
quedó con su narcisismo,
causa oculta al aforismo
motivo y burla hacia el lego.
Si es placer y si es sosiego
enseñar a quien no sabe
aunque no siempre te alabe
quien parezca a veces ciego,
será que por desapego
no aceptase las misivas,
con respuestas alusivas
luchará contra el gigante
con bacina y rocinante
y maniobras defensivas.
Góngora con sus diatribas
fustigaba con desprecio
al pobre letrado necio
que hacía letras altivas,
esas que son alusivas
al indocto que departe.
Engolándose de su arte
menospreciaba al ajeno,
no dándole como bueno
lo opuesto de su baluarte.
Esperando no coarte
mi pensamiento sincero,
a mi vanagloria quiero
velar y dejar aparte.
Que la crítica descarte
los halagos que me endoses
pues, aunque a veces me acoses
con vanidades ocultas,
pensaré que si me indultas,
pensaré que si me indultas,
serás Zeus cuando te endioses.
Antonio
Nieto Bruna
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