y que ladran con fauces contraídas
por la ira de sus taras retorcidas
son tan solo, a la postre unos bufones.
Pues la bilis que mancha sus razones
son aquellas que nacen constreñidas
en mentes que no asumen las heridas
que la vida dejó en sus corazones.
Quien espera una suerte favorable
y no admite el designio del destino
su frustración le vuelve miserable.
Por ello se convierte en un cretino
cuando piensa que el mundo fue culpable
de la piedra encontrada en su camino.