La brisa fresca del norte se llena
con el aroma a cantueso y romero
que rememora el recuerdo primero
de alguna noche estrellada y serena.
Mientras que el Sol no saliera a escena
la pasión fluía de un modo ligero
y entre un arrullo el momento sincero
colmaba a veces la suerte más plena.
Aquellos hechos nocturno-estivales
fueron tan solo unos juegos sensuales
de alegres días de vinos y rosas.
Y siempre fluían razones hermosas
de hechos excelsos o a veces triviales
junto al peñasco abrigado en zarzales.