condenados están a reincidir,
la historia nos podrá fijo decir
si los hechos han sido o no olvidados.
En un lugar de pueblos macerados
con épocas que están por definir,
estos versos podrían describir
tiempos de ayer y hoy difuminados.
Cualquier similitud en realidad,
es y será tan solo coincidencia
de momentos ocultos de maldad.
Si el tiempo borra toda la evidencia
de los actos de lesa humanidad,
que el olvido no mate a la conciencia.
Conciencia de creer en imposibles
nos piden esos mismos que negaron
que al pueblo con vileza le ultrajaron
y con el tiempo fueron invisibles.
Hechos que para unos son plausibles
en otros sus recuerdos se grabaron
de aquella etapa oscura que pasaron
de instantes inhumanos e indecibles.
Todo aquello sinónimo de olvido
para algunos serán incuestionables
delitos hoy prescritos sin castigo.
Y para otros, momentos innegables
son saber que cualquier tiempo es
testigo
de patrióticas formas miserables.
Miserables que antaño ajusticiaban,
de justicia engalanan sus acciones
y quieren esos viles con sus dones
que olvidemos los muertos que
ocultaban.
Verdades atenuadas nos quedaban
y entre tumbas y herméticos cajones
son ya polvo con viejas convicciones
fantasmas que en la historia ambulaban.
Con la pena oprimiendo las cadenas
subyugan al servil y al perdedor
y a las almas vencidas y serenas.
Mientras tanto entre asombro y estupor
con soflamas, decrepitas sirenas
comparan democracia con su honor.
Honor, se basa en sanos fundamentos
que incluyen cumplimientos del deber,
obediencia a las normas del poder
y honradez en las formas y conceptos.
Honorables de falsos juramentos
terminan con locura por creer
que tienen solo el único deber
de guardarse los ricos rendimientos.
La avaricia le deja en evidencia
al codicioso ser irracional
sin pensar en su propia consecuencia.
En su yo más oculto y personal
y entre lo más profundo en su
conciencia,
el despreciable piensa que es legal.
Legal es todo aquel que da sentido
a sus actos con integras acciones
dejando claras esas convicciones
de aquello que su mente ha concebido.
Quien cree que el deber está cumplido
aunque tuviera honestas ambiciones
para siempre antepone a sus
razones,
el ser, íntegro, leal y agradecido.
Pues no hay mayor satisfacción y
orgullo,
que sea el que sea el factor coyuntural
la honradez no se pierda en el barullo
envuelto entre el poder y el capital,
cuando tantas maniobras y chanchullos
convierten al humano en inmoral.
Inmoral es aquello que entre abyectos
anteponen a íntegras costumbres
la voluntad de algunas mansedumbres
para lograr sus fines y proyectos.
Los humanos que somos imperfectos
creemos nuestras pobres certidumbres
y no alcanzamos ver las podredumbres
escondidas detrás de los defectos.
Mientras no haya profundas convicciones
que amparen la fraterna honestidad
por siempre existirán revoluciones.
La moral nos otorga potestad
para hacer nuestras propias reflexiones
aunque a veces se falte a la verdad.
Verdad y falsedad son las dos caras
con múltiples maneras regulares
llenas de oscuras manchas y lunares
con dispares medidas y amplias varas.
Certezas inseguras, poco claras,
harían de las dudas singulares
aquellas formas algo peculiares
de las incertidumbres y sus taras.
Por ello, si el cristal con que se mira
resplandeciera y fuera transparente,
su fulgor se impondría a la mentira.
La ambigüedad por ser intrascendente
podrá llamar a voces a la ira
si la justicia suena incoherente.
Incoherente, absurdo y poco útil
es el comportamiento del humano,
que aquello que no tiene por su mano
desprecia y considera como fútil,
aunque fuera su túnica inconsútil
a
las costuras, buscaría en vano,
entre hilos de la seda que el gusano
teje al sentirse en el capullo inútil.
Y sabe que en el fondo el mayor mal
del mundo es su casual evolución,
haciendo de la ruina lo habitual.
Pues el hombre en su pobre condición
usando su materia espiritual
se siente en posesión de la razón.
Razón cuando no asiste a la conciencia
resulta cuando menos inmoral
pues hace que parezca insustancial
aquello que nos deja consecuencia.
La vida nos regala la experiencia
siendo vertiginosa y temporal,
resulta casi siempre excepcional
si aprovechamos toda su existencia.
Por eso, mientras tanto meditamos
veremos nuestra pura realidad
al darnos cuenta que de aquí sobramos.
Y si hacemos honor a la verdad
cuando al fin de este mundo nos marchamos,
que al menos quede nuestra dignidad.
Dignidad nos la otorga la decencia
y el decoro que muestra el proceder
en actos y maneras que hay de ser
sin por ello esperar la reverencia.
Quien es digno se ampara en la conciencia
la que nunca le habrá de remorder
y en su sabio y honrado parecer
se aparta de lo ruin con su prudencia.
Cínicos
obtendrán su potestad
de este pueblo traspuesto
y soberano
con indecencia
y gran opacidad,
engañando al
honrado ciudadano,
lucrándose con
ansia y saciedad
y después rezarán
a Dios en vano.
En vano los
corderos se rodean
de lobos que
protegen sus manadas
con despóticas
formas ilustradas,
y mientras de
patriotas alardean.
Callan cuando a
los otros pisotean
y esconden sus
venturas más frustradas
con loas a los
dioses y a las hadas
haciendo que
sus egos se lo crean.
Por ello los
llamados miserables
haciéndose pasar por superhombres
engañan a los
pobres y a notables
y cuando se les
llaman por sus nombres
aquellos que se
precian de honorables,
se valen con su infamia de los
hombres.
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