entre el cantueso y la jara,
caminando hacia San Carlos
me encontraba una mañana,
a un pastor y sus ovejas
que en el campo allí pastaban
y que triste me decía.
-Ha menguado la cabaña,
esta noche me han matado
cuatro ovejas la manada,
ha bajado de la sierra
donde allí se cobijaba
un asilvestrado lobo
el que dicen no amenaza,
aunque deje algún cadáver
destrozado en la quebrada
y aseveran ser autóctonos
desde una agencia lejana.
Por ello nos recompensan
con los gastos a la baja
todos esos funcionarios
que a las ordenes trabajan
del político de turno
que regula la comarca,
dándonos reparaciones
como si fueran migajas
y que piensan recompensan
pérdidas no estipuladas. -
El pastor guarda en su mente
una triste desconfianza
y tiene la sensación
de pura desesperanza,
pues se teme que su oficio
con él, seguro se acaba,
al pensar que nadie quiere
trabajar por casi nada.
Y la sierra quedará
solitaria y sin rehalas,
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