La creencia o no de la existencia de Dios implica un debate entre diferentes ideas, las cuales habitualmente no se limitan al mundo de la racionalidad, sino que es más afín a las creencias ciegas de lo no demostrable. A partir de aquí se puede decir que en una amplia dicotomía, en esta división de opiniones se contempla el teísmo como la postura teórica favorable a la existencia de Dios y el ateísmo como la no creencia en divinidad alguna.
Los argumentos a favor de la existencia de Dios suelen incluir diferentes cuestiones como las metafísicas, las empíricas, o las antropológicas. Por otra parte las alegaciones en contra, suelen incluir cuestiones empíricas y razonamientos deductivos o inductivos.
Sin embargo, no existe una definición universalmente aceptada de Dios. Algunas definiciones sobre Dios no son tan específicas como para permitir llegar a probar que exista una realidad que se ajuste a cualquiera de sus definiciones o argumentos.
Algunas religiones aceptan a uno o varios dioses capaces de controlar y ordenar todo el Universo, como por ejemplo el mundo homérico donde se afirma la existencia de un poder que actúa sobre los hombres, pues no encuentran la explicación última de los acontecimientos mundanos, atribuyendo a las Moiras como personificaciones del destino la facultad de repartir a cada mortal la parte de su propio devenir que corresponde a su existencia, al contrario que en el ámbito de las religiones cristianas donde se cree que la afirmación de un destino prefijado de antemano para cada uno de nuestros actos equivale a la negación de la libertad humana.
Partiendo de una definición muy personal del destino, me atrevo a decir que es un cúmulo de circunstancias aleatorias concatenadas en el espacio y en el tiempo, aunque como ha quedado evidente, tanto la filosofía como la religión, tienen diversas formas de identificar al destino.
Por lo que profundizando en ello, filosóficamente se reconoce al destino como el poder sobrenatural inevitable e ineludible que guía la realidad humana y la existencia de cualquier ser vivo. La mayoría de las religiones en las culturas occidentales y orientales, han creído en formas de destino especialmente relacionadas con la predestinación, con una diferenciación muy clara en las religiones judeocristianas, donde las Sagradas Escrituras rechaza de plano la existencia de una predestinación absoluta debido al libre albedrío, que hace al hombre ser a imagen y semejanza de Dios.
Fuera de las religiones monoteístas abrahámicas, los griegos por ejemplo, consideraban al destino una fuerza superior no solo a los hombres, sino incluso a los mismos dioses.
En lo estrictamente teórico, el destino se relacionaría con la causalidad, afirmando que, si toda acción conlleva una reacción, dos acciones iguales tendrán la misma reacción, a menos que se combinen varias causas entre sí, haciendo impredecible a nuestros ojos el resultado.
Nada existe por azar, al igual que nada se crea de la nada. Todo tiene una causa, y si tiene un origen está predestinado a existir desde el momento en que la causa surgió, debido a que la innumerable cantidad de causas nos son imposible conocerlas todas y enlazarlas entre sí. Por lo tanto:
encuentras al
inicio un bello sueño
y aguardando
paciente está la muerte
quien marcará al
final nuestro destino,
mientras, el miedo
lleva a la conciencia
en busca de la
eterna paz con Dios.
Algunos que se
excusan en su Dios
y juegan en su
nombre con la vida,
en la fe anclan la
sórdida conciencia
para ocultar la
oscuridad del sueño,
quedándose al
arbitrio del destino
la espera y la
caricia de la muerte.
Nunca nos llega un
día antes la muerte,
ni existe la
certeza de si hay Dios,
por todo ello
asumimos que el destino
es lo que lleva a
transitar la vida
mientras buscamos
día a día un sueño
y el misterio que
oculta la conciencia.
El mundo
careciendo de conciencia
se muestra
indiferente ante la muerte,
la maldad se
disipa con el sueño
de la ambiciosa
búsqueda de Dios
y el tiempo va
abrazándose a la vida
sin saber dónde
está nuestro destino.
No saber que se
esconde en el destino
dejará al albedrío
la conciencia
para buscar
aquello que la vida
oculta más allá de
nuestra muerte,
aunque se busque
sin remedio a Dios
en la interioridad
trivial del sueño.
Cuando no nos
quedara ya ni el sueño
encubridor del
pertinaz destino
ni la esperanza de
encontrar a Dios,
mirando en la
recóndita conciencia
donde alberga la
sombra de la muerte,
se hallarán los
valores de la vida.
Si la vida es pasión, amor o sueño
y la muerte es un trance del destino.
¿La conciencia nos hace ver a Dios?
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30-3-2017
Bibliografía
• Diccionario manual e ilustrado de la lengua española. Real Academia de la Lengua Española. Espasa-Calpe.
• Ferrater Mora, José. «Ex nihilo nihil fit». Diccionario de Filosofía. Ariel.
• Garrido, Manuel (2013). «La filosofía platónica del amor». En Sacristán, Manuel; García Bacca, David. Los diálogos eróticos: Banquete y Fedro (Manuel Sacristán y David García Bacca, trads.). Madrid: Tecnos. p. 11. ISBN 9788430958207.
• Diccionario universal de mitología.
• Rogelio Rovira (1991). La fuga del no ser. Ediciones Encuentro. ISBN 9788474902747.
• Antonio Millán-Puelles (2002). Léxico filosófico (2.ª edición). Madrid: Rialp. ISBN 9788432134166.