Recuerdos de juventud

Recuerdo los tiempos pasados
como algo lejano que no volverán,
añoro los días en donde transcurría la vida
con pasos pequeños en un mundo de sueños
que en la lejanía se han de quedar.

Entonces, por arte de birlibirloque,
pasaron los años 
y aquel mundo lejano pude alcanzar.

Ahora pasan las horas sin darme ni cuenta
que el reloj de la vida siguiendo su curso
me obliga a no mirar atrás.

Por ello los sueños lejanos que tuve antaño
procuro gastarlos viviendo el presente
como si fuese un día corriente en un año más.

Recuerdo los seres dejados en mi caminar,
entre todos al que más añoro, yo solo lo sé,
no me hace falta nombrarle para saber
que cuando aquí estuvo pasó por el mundo
con más gloria que pena, 
haciendo la ajena tan suya
que en noches cerradas y oscuras
cuando miro al cielo me fijo y veo
el rastro brillante dejado al pasar
cual fugaz estrella en su caminar.

Recuerdo a mis abuelos,
de niño me acogieron
como un hijo más.

Recuerdo las casas en ruinas
las huertas labradas, calles empedradas,
el roce de cascos que contra las piedras
con su ruidoso paso las mulas hacían
subiendo la calle de Santa Cecilia,
llegaban a la fuente para abrevar.

Recuerdo las piedras de cuarzo tallado
por más de mil grados, ocultas por miles de años
subidas por manos mineras 
de la profundidad de la tierra
y que a las escombreras
después de salir de la escuela,
iba a buscar.

Recuerdo al maestro algo circunspecto,
para disimular su bisoño bagaje,
en la noble tarea de la enseñanza
de ciencias y letras, incluso de más.

Recuerdo los dulces momentos
de los veraneos, con un balde con vino,
limón y canela corríamos las juergas
hasta el amanecer.

Todos los recuerdos, los buenos y malos
y que aquí no los nombro se funden con otros
creando las señas de la identidad,
haciendo que vivan y mientras no se olvidan,
en la memoria están.


Antonio Nieto Bruna
Copyright ©
29-11-2008



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