Soneto a la Peña de la Visera

La brisa fresca del norte se llena
con el aroma a cantueso y romero 
que rememora el recuerdo primero
de alguna noche estrellada y serena.

Mientras que el Sol no saliera a escena
la pasión fluía de un modo ligero
y entre un arrullo el momento sincero
colmaba a veces la suerte más plena.

Aquellos hechos nocturno-estivales
fueron tan solo unos juegos sensuales
de alegres días de vinos y rosas.

Y siempre fluían razones hermosas
de hechos excelsos o a veces triviales
junto al peñasco abrigado en zarzales.